Pasaporte en tránsito

por Luis Lama

Considero a Pasaporte para un Artista el único concurso que permite a los artistas investigar fuera de los parámetros que imponen el mercado y las costumbres. Ocurre que en el Perú los artistas pintan, dibujan, bordan, fotografían, esculpen, etc. y cuando hay un evento de esta naturaleza recién investigan en las alternativas existentes en torno al espacio, materia, luz, etc.

Escribe: Luis E. lama

El sistema de este concurso se ha ido modificando con buenos resultados, pero aún presenta varios problemas: En primer lugar, el tema. En esta oportunidad ha sido “Contar el tiempo o la invención de la realidad” y fue propuesto por la curadora franco-guatemalteca Ana Mendoza Aldana. ¿Sin embargo, quien puede poner parámetros a la representación de algo que forma parte de todo? Acaso el tiempo, mesurable en un reloj, según Bergson, ¿no es una creación del hombre? Con una curadora especialista en temas cuir se debieron dejar de lado los aspectos más timoratos de la diplomacia y abordar un tema crucial en nuestra sociedad.

Hay dos objeciones adicionales. La más importante es el reducido número de finalistas. Usualmente se presentan más de 100 postulantes y el CCPUC no puede albergar a más de 10. Por esta razón urge buscar otra sede que permita albergar a más finalistas para enriquecer notablemente el concurso. La otra observación son los rechazados. Conozco a varios que son muy buenos y que ameritarían hacer un salón aparte, previa selección, pero ante la escasez de salas se impone una planificación con otras instituciones.

La participación del presente año es más sólida que la de eventos anteriores a pesar de la ausencia de artistas autodidactas de selva y sierra que habían venido protagonizando el evento. Luce que en esta oportunidad no han interesado a un jurado al que faltan profesionales de mayores reconocimientos y sobran representantes franceses. Esto ha hecho una edición más occidental, más homogénea, más Google, más predecible.

Hay que reconocer el acierto de los premios. Fabiola Gonzáles Condori es muy buena pintora egresada de la PUCP, sin embargo, aquí ha ganado por una instalación en la cual habla de las capas de memoria que forman un hogar, a través de los textiles de uso cotidiano que sobreviven con nosotros. Manteles, sábanas, pañuelos, etc. se integran en tonos casi monocromáticos a modo de un inmenso patchwork que ha registrado el tiempo de quienes lo vivieron. Los fragmentos escritos sobre telas permiten imaginar al inmenso espacio lleno de textos a mano a modo de testimonio de lo que ha tocado vivir a sus ocupantes. Hubiera sido el delirio.

Leonardo Huatuco Gómez es, literalmente, de una oscuridad deslumbrante. Un oxímoron que explica muy bien una obra basada en la cronotipia, un proceso en el que la luz que capta la cámara estenopeica y el tiempo de exposición imprimen sobre el papel sensible una imagen fantasmagórica. Su instalación, a pesar de la estridente iluminación, del innecesario vacío y de la estorbadora vitrina, es sobrecogedora y todo en ella emite a la fugacidad de la vida y a la inevitabilidad de la muerte.

Jorge Miranda Jaime tiene la propuesta más compleja del concurso: “Gran Hotel Spiricom”, una máquina para hablar con fantasmas, basado en los diseños de captación de psicofonías como el Spiricom (1982). La pieza tiene un diseño eminentemente arquitectónico y en su centro está el emblemático edificio Marsano lleno de los espíritus que cargan con las frustraciones de los tiempos que hemos vivido desde su fundación. La propuesta evidencia su experiencia con Raimond Chaves y Gilda Mantilla dos prestigiosos artistas de nivel internacional.

De gran interés son las participaciones de Gabriela Macchiu Rodríguez estudiante de último año en la PUC con una monumental instalación de arena y tubos de metal para hablar de un ecosistema donde los tiempos coexisten. Juan Burga Novoa, egresado de la Escuela Superior de Bellas Artes de Trujillo, ha pintado sobre hule impreso elementos propios de la cocina norteña a partir de las vivencias de su infancia. El conjunto está lleno de nostalgia y lo complementa con un prescindible video sobre las recetas maternas. El recetario como objeto hubiera tenido un mayor impacto poético. Lucero Alomía Gallegos, de Huánuco, presenta 12 bellísimas fotografías impresas sobre tul colocadas de manera paralela con un reflector al final que termina por cegar. Las imágenes del tránsito entre Tacna y Arica no tienen continuidad por lo que no se puede hablar de efecto cinético. Este es un buen ejemplo de cómo una acertada propuesta puede distorsionarse por carencias de montaje.

Viviana Balcázar difícilmente hubiera ganado el premio porque es insolente en su uso de materiales. Por eso creo que el principal acierto museográfico ha sido ubicar su obra al inicio de la sala para preparar al espectador a lo que vendrá después.

Ninguna otra participación tiene ese visceral desparpajo. Esa enorme tela azul raschel para representar el mar, las lijas para simular la arena y esa concha que usamos para escuchar el tráfico de Lima es una magnifica vuelta de tuerca a la monumentalidad de la costa del Perú. Por su parte Mayra Hernández Cesare en su correcta instalación reflexiona sobre el tiempo como una materia prima intercambiable y nuestra forma de relacionarnos a este desde lo mercantil.

El concurso es muy bueno, pero hay que decirlo todo. Ana Osorio hace demasiada falta en el CCPUC. Nadie como ella conocía mejor los espacios para no perjudicar las propuestas, así el montaje corriera a cargo de la curadora. Ella hubiera evitado errores inadmisibles como ocurre con el trabajo de Mafer Ortiz Ballarta, ubicado en el peor sitio, obligando a poner cortinas en las puertas y tugurizando el mínimo ingreso ocupado con pesados televisores de tubo cuyas imágenes se entrecruzaban, enredando al enclaustrado espectador. Los aparatos en distinto orden, las planchas que duplicaban la imagen, el ruido, Fujimori… el infierno…

Finamente el caso de Julio Urbina Rey. El concurso debe tener una cláusula en la que se estipule que si la obra no está terminada o no coincide con el proyecto presentado no puede exponerse. Dedicar un espacio privilegiado a una pieza inacabada con graves carencias en su realización no es aceptable y debió entregarse a Mafer Ortiz Ballarta que requería con urgencia de otro lugar.

Todo lo anotado es perfectible. Lo que cuenta es que Pasaporte es el mejor concurso que existe hoy en el Perú.

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