La gran invasión lo sorprendió en Mariúpol. Iván M. recuerda el asedio, los refugios y el estruendo cuando un avión ruso bombardeó el teatro donde se escondían cientos de civiles. Días después, al intentar huir a pie con su hermano, los detuvo un retén. A él lo separaron: “Me hicieron desnudarme, me amenazaron con dispararme a las rodillas y me enviaron a Donetsk”, cuenta. Pasó casi dos meses entre otros menores sin sus padres, hasta que el director de su escuela logró rescatarlo y llevarlo a territorio controlado por Ucrania. Hoy, con 18 años, estudia fuera de Ucrania. Es mecánico de autos y practica el box. Repite una consigna: “Mi meta es ayudar a que otros niños regresen con sus familias”.
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