Escribe: JUSTO CARBAJAL AGUIRRE
En medio de la extensa discusión por los trenes de Lima-Chosica, vale la pena voltear a ver uno de los proyectos más relevantes de los últimos años (y quizá tanto como el de la nueva carretera Central), que es el tren de Lima a Trujillo. Este proyecto que, de momento no está politizado, viene dándose con estudios serios, donaciones internacionales y mesas técnicas en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.
El Tren del Norte es una de las iniciativas ferroviarias más ambiciosas del país en los últimos años. Impulsado por el Gobierno Regional de La Libertad y con respaldo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), este busca conectar Lima con Trujillo mediante una línea ferroviaria de aproximadamente 335 kilómetros.
Su trazado atravesará Lima Metropolitana, Lima Provincias, Áncash y La Libertad, con proyecciones de extenderse posteriormente a Lambayeque, Piura y Tumbes. Actualmente está a cargo de ProInversión y se estima que beneficiará a más de 770 000 personas.
AVANCE Y FONDOS
En su etapa inicial, el proyecto unirá Trujillo y Barranca. El objetivo es reducir el tiempo de viaje actual de más de nueve horas por carretera a menos de tres horas. Se trata de una inversión estimada en más de 5 mil millones de soles, con una primera etapa ya financiada: una donación de 4 millones de dólares por parte de la Corporación Andina de Fomento (CAF) destinada a la elaboración del perfil técnico. Y el año pasado ya se otorgó la buena pro para el estudio del ferrocarril.
Esta primera fase será fundamental para determinar la viabilidad técnica, económica y social del proyecto. De completarse con éxito, el tren podría realmente significar una transformación para el norte del país, especialmente en transporte, economía regional y empleo.
Luego de los 335 km que irían hasta Barranca, el proyecto incluirá extensiones, posiblemente hasta Chiclayo y Piura. La idea es conformar un corredor ferroviario de integración macroregional. En paralelo, los gobiernos regionales de Lima, Áncash y La Libertad han firmado una mancomunidad interestatal para presentar el proyecto como de interés nacional, buscando su priorización por parte del MTC.
“EL TREN DE LA ESPERANZA”
Actualmente, un viaje por carretera de Lima a Trujillo puede tomar entre 9 y 11 horas, dependiendo del tráfico y las condiciones viales. Con el Tren del Norte, ese trayecto se reduciría a 2 horas y 45 minutos. Este recorte no solo supone un ahorro para el pasajero, representa un cambio estructural en la dinámica del transporte interurbano del país.
Este megaproyecto, conocido como “el tren de la esperanza”, concretaría la posibilidad de salir de Trujillo a las 7:00 a. m. y estar almorzando en Lima antes de las 11:00 a. m. O también llevar una carga agrícola desde Áncash al puerto del Callao en el mismo día sin sobrecostos por combustible o peajes. Así de disruptiva puede ser esta transformación.
Se sabe que el tren tendrá capacidad para movilizar más de 20 millones de toneladas de carga al año, fundamentalmente productos agroindustriales y mercancías procesadas del norte del país. Esto incluye desde espárragos y mangos hasta componentes pesados de la industria química o minera liviana.
Como sabemos, la logística actual depende casi exclusivamente de camiones, con altos niveles de siniestralidad, tiempos impredecibles y sobrecostos en transporte por peajes y mantenimiento de carreteras. El tren permite no solo reducir costos, sino también garantizar tiempos de entrega, una ventaja clave en mercados internacionales.
IMPACTO ECONÓMICO
En su primera fase, el tren beneficiará directamente a casi 800 mil personas que viven a lo largo del eje Trujillo–Barranca. Pero una vez extendido a Piura y Tumbes, el impacto podría llegar a más de 14 millones de ciudadanos, según estimaciones de los gobiernos regionales.
Durante su fase de diseño, construcción y operación, el proyecto generará decenas de miles de empleos directos e indirectos. Solo en la fase de obra civil, se estiman más de 10 mil empleos directos. A ello se suma el efecto multiplicador en sectores como la construcción, transporte, materiales, hospedaje, alimentación, entre otros.
Uno de los principales valores del Tren del Norte es su potencial descentralizador. Al conectar el norte con Lima de forma eficiente, se genera una red económica que rompe con la dependencia del centralismo capitalino. Trujillo podría consolidarse como segundo polo urbano del país, Áncash recuperar competitividad productiva, y regiones como Lambayeque y Piura articularse más fácilmente al comercio internacional.
Además, el tren se integrará a redes logísticas nacionales, especialmente a través del puerto de Salaverry, en Trujillo, y el puerto del Callao en Lima. Esta red interconectada es clave para cumplir estándares logísticos internacionales. No se trata solo de mover productos: se trata de competir en un mercado global.
Según el BID, la inversión en conectividad física aumenta en 5 % el PIB de las regiones. Si aplicamos esta lógica, el Tren del Norte, podría generar un impulso en regiones como Áncash, La Libertad y Lambayeque. Y si estimamos un ahorro logístico de solo 10 dólares por tonelada en comparación con el transporte por carretera, estaríamos hablando de aproximadamente 200 millones de dólares de ahorro anual, que se traducen directamente en mayor competitividad para los exportadores del norte.
Además, un tren veloz y fiable puede abrir rutas turísticas sostenibles, conectando atractivos como Caral, Huanchaco o Chan Chan con visitantes nacionales e internacionales.
Hay ya otros proyectos similares en Sudamérica. Por ejemplo, Brasil tiene un tren interurbano de Río a Sao Paulo y en México existe el tren Maya. Un ferrocarril puede ser una vía para transformar y mejorar la vida de cientos de miles de personas y también una forma de generar desarrollo sin centralismo. Este tren –tan esperado, tan discutido, tan urgente– no debe convertirse en otro ejemplo de lo que fuimos incapaces de hacer.