OTRA FORMA DE CORRUPCIÓN
En su última columna de opinión en El Comercio, el periodista Ricardo Uceda ha llamado “otra forma de corrupción” a la práctica perniciosa, recurrente e irresponsable de un sector de fiscales que, en los últimos años, ha hecho uso y abuso de un poder fáctico y lo suficientemente descontrolado como para convertirse ellos, que debieran ser los defensores de la legalidad, en un peligro para el Estado de derecho. Uceda –al que no se le podría calificar ni de anti “caviar”, ni de radical de derecha o lo que Juan Carlos Tafur ha dado en llamar la DBA– se refiere a esta nociva práctica de armar “muñecos” a gusto de ciertos fiscales, que son los que controlan los instrumentos de la denuncia. Hay varios casos armados sobre premisas insuficientes o falsas, con el único objetivo de proteger los intereses de estos fiscales o, lo que es peor, para vengarse de abogados, sus colegas magistrados o periodistas que los critican o los ponen en evidencia en su ineficiente trabajo o en su súbito incremento patrimonial que no guarda ninguna relación con sus sueldos. Es el uso de la función fiscal como una chaveta para lacerar la reputación de sus detractores o poner en riesgo su patrimonio y hasta la libertad.
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