La elección de 1985 marcó un punto de quiebre en la política peruana. En medio de una crisis económica feroz y el avance del terrorismo, un joven aprista de verbo encendido y ambición largamente cultivada capitalizó la necesidad de cambio. La campaña fue una carrera vertiginosa entre discursos incendiarios, giros imprevistos y una izquierda fragmentada. El Perú no salía del estatismo impuesto por la dictadura de Juan Velasco y CARETAS cubrió la campaña semana a semana, con titulares que reflejaban la euforia y la incertidumbre de un país al filo del milagro o del abismo.
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