La escena es contradictoria, casi cinematográfica: chompa rosa de lana, falda larga hasta los tobillos, un abdomen descubierto que interrumpe el pudor con elegancia, y un alambre de espinas tatuado en el cuello que asoma tímidamente como si fuera parte del outfit. Malucci –nombre artístico de Martha Lucía Ledesma– entra a escena como una villana tierna: suave en el trato, feroz en la narrativa. Y de eso va su música. De hablar como se siente, incluso cuando eso incomoda.
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