El pasado 5 de junio, la atención del mundo del entretenimiento se centró en un anuncio poco habitual para la Casa Real británica: la concesión de la Orden del Imperio Británico a David Beckham en el marco de las celebraciones del cumpleaños del rey Carlos. Símbolo de una generación dorada del fútbol inglés –19 títulos, 115 internacionales, embajador de UNICEF– Beckham pasaría de OBE a estar en la nómina de caballeros, un reconocimiento que trasciende el deporte para posicionarlo como figura pública al nivel de la realeza. Este gesto, en apariencia anecdótico, tiene una lectura importante: el Reino Unido busca recuperar una narrativa cultural nacional que brille en el plano global sin las tensiones que acompañan históricamente al soft power moderno.
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