La tarde gris de Lima transcurre con sumo silencio en el nuevo atelier de Elida Lyreé Morillo. Aunque aún está en proceso de refacción, cada elemento del espacio —desde las máquinas de coser antiguas hasta los maniquíes que custodian vestidos a medio terminar— parece haber sido dispuesto por un director de arte obsesivo con los detalles y con gusto por lo vintage. No es casualidad: esta es Casa Morilo, el universo particular donde la diseñadora de 28 años ha decidido reescribir su historia profesional. El nombre fue adoptado para marcar un nuevo inicio en su carrera mientras hace un guiño a sus clientes que siempre pronunciaron mal su apellido.
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