Pocas infraestructuras son tan transformadoras como un aeropuerto internacional moderno. Tras quince días de marcha blanca, el nuevo Jorge Chávez se inaugurará (culminada una paralización de doce horas de los servicios aeroportuarios de Lima) este domingo 1 de junio. Con una inversión de más de USD 2 mil millones, el nuevo terminal no solo busca atender la creciente demanda de pasajeros –más de 40 millones anuales proyectados–, sino convertirse en un verdadero hub logístico regional que conecte Sudamérica con Asia, Medio Oriente y Europa.
Para la logística (y el turismo) el nuevo Jorge Chávez supone una revolución silenciosa pero poderosa. Como recordamos, el aeropuerto había sido diseñado para atender a 10 millones de pasajeros, pero cerró en 2023 con más de 23 millones de viajantes, generando largos cuellos de botella tanto para viajeros como para la carga.
En el Jorge Chávez del pasado, las operaciones logísticas se realizaban en un espacio limitado, sin margen de crecimiento, y con una infraestructura que, aunque funcional, ya no respondía a los estándares internacionales. La ampliación –liderada por Lima Airport Partners (LAP) y bajo concesión hasta 2041– tiene ahora más de 210,000 m² de área construida, dos pistas operativas simultáneas, una nueva torre de control de 65 metros de altura, almacenes inteligentes, refrigerados y conectados digitalmente, una ciudad logística de más de 10 hectáreas, con espacio para operadores 3PL, almacenes, aduanas y distribución rápida.
Este cambio permite separar el flujo de pasajeros del de carga, liberando recursos y reduciendo tiempos muertos en la operación logística. Según ProInversión, la eficiencia en tiempo de tránsito de productos perecibles se ha reducido en más de 40 % en los primeros meses de 2025.
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