Cadáver Exquisito

Martín Vizcarra encabeza intención de voto en CPI, pese a inhabilitaciones. Mientras espera cautelar de la CIDH y puede terminar preso, su fantasma político todavía tiene arrastre

por editorweb@caretas.com.pe

Martín Vizcarra no puede postular. Al menos, dice él, no por ahora. El expresidente está inhabilitado para ejercer cargos públicos por decisión del Congreso. A la vuelta de la esquina lo espera una sentencia que lo podría llevar 15 años preso. Y, sin embargo, en la última encuesta de CPI aparece como el líder en intención de voto con 15.1 %, superando a Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga y Carlos Álvarez.
En momentos así, se multiplican las voces que consideran toda encuesta una estafa. Vizcarra, ciertamente, cuenta con pocos aliados entre políticos (aunque algunos medios y periodistas que fueron muy entusiastas durante su breve gobierno lo siguen mirando con no tan secreta esperanza). Pero la paradoja no es menor: comprensiblemente, buena parte de las encuestadoras evita incluirlo por su situación jurídica. Pero cuando lo hacen, como ahora CPI, el resultado es claro: su figura concentra una porción relevante del electorado, sobre todo en esa tierra de gnomos políticos que es el Perú. Ese dato pone en cuestión las proyecciones de otras encuestas, como la de CIT, que no lo incluye entre los nombres medidos. ¿Dónde va ese voto en su ausencia?
Los números en ambos sondeos no son muy distintos para opciones como Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, Verónika Mendoza y hasta Phillip Butters. Una pista aparece al observar que, en la encuesta de CIT, Carlos Álvarez lidera con 15.8 %, seguido de Fujimori y López Aliaga. En ese universo sin Vizcarra, el cómico y conductor encarna –con un discurso claramente antipolítico, anticongreso y frontal– una especie de heredero del “que se vayan todos” que caracterizó el momento vizcarrista. Sin Vizcarra en CIT, Álvarez va al primer puesto. Con el expresidente en el tarjetero, el comediante se va al cuarto lugar. Provoca pensar que se mueve en un territorio electoral semejante. Si le creemos a su personaje, Álvarez podría cerrar el Congreso. Pero Vizcarra ya lo cerró. Es el explosivo cóctel de un Parlamento cada vez más deficiente con un marcado temperamento antidemocrático en buena parte de la población.
Ambos, Vizcarra y Álvarez, canalizan el rechazo visceral a la clase política, el descrédito del Congreso y una demanda de orden sin intermediarios. No es casual que ambos sean figuras mediáticas —uno desde el poder, otro desde la sátira— con lenguaje directo, símbolos fuertes y poco respeto por las formas institucionales. El dato es tan potente como incómodo: en un país donde la política se derrumba, los liderazgos aparecen en clave de excepción.
La encuesta de CPI refuerza ese vacío: casi 20 % anularía o votaría en blanco, y 14 % no precisa una opción. Por el momento, porque esos números se reducen al mínimo en la elección, son casi 7 millones de personas en términos absolutos. Mientras tanto, la aprobación presidencial de Dina Boluarte sigue en caída libre con apenas 2.4 % a nivel nacional.
Vizcarra, el inhabilitado, aparece entonces como el síntoma más claro de una democracia que se niega a morir, pero ya no encuentra a quién votar con ilusión. Y aunque no pueda postular, su influencia obliga a reformular el mapa político y a preguntarse quién está dispuesto a ocupar ese lugar simbólico.

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