Los aranceles punitivos impuestos por la administración Trump están comenzando a impactar de lleno en la economía estadounidense. Se espera que alimenten la inflación, reduzcan el poder adquisitivo del consumidor y, en última instancia, frenen el crecimiento económico del país. Varios gigantes del retail han anunciado alzas de precios. Target ha confirmado ajustes para fines de julio; Amazon ya ha incrementado los precios de más de 1,000 productos, y Walmart —el mayor minorista del país— no ha tenido más opción que seguir el mismo camino. En algunos casos, los aumentos en Walmart superan el 50%. Poco consuelo ofrecen las caídas en el precio de productos puntuales como los huevos, que han bajado más de 20%.
Estas alzas masivas son una consecuencia directa de los aranceles de Trump y terminan recayendo sobre el consumidor, considerado el pilar central de la economía estadounidense. Nada de esto debería sorprender al gobierno: los efectos negativos en la dinámica económica eran previsibles. Nuevos datos muestran claramente dónde los ciudadanos están recortando gastos: según una encuesta de Ipsos, el gasto en vacaciones de verano ha caído un 25% en comparación con el año pasado, una reducción significativa que anticipa tiempos difíciles.
¿Está ignorando conscientemente esta situación el gobierno de EE.UU.? ¿Está dispuesto a asumir el riesgo de una desaceleración económica y un aumento del desempleo? ¿Pretende cargar aún más de deuda al consumidor estadounidense? Las preguntas no son menores. ¿Qué estrategia persigue realmente la administración Trump? ¿Quiere simplemente tensar relaciones con sus socios comerciales y mostrar músculo? ¿Busca desviar la atención de otros problemas internos? ¿O su verdadero objetivo es forzar una baja de tasas para aliviar el peso de la preocupante deuda nacional?
Si ese fuera el plan, podría salirle caro: los aranceles están reactivando la inflación. Los precios al consumidor en junio subieron 0,3% frente a mayo (ajustado estacionalmente), y en el acumulado anual el alza es de 2,7%. La inflación subyacente —que excluye alimentos y energía— también subió 0,3% mensual y llegó a 2,9% interanual, su nivel más alto en más de un año.
La Reserva Federal, consciente de esta dinámica inflacionaria, se mantiene prudente y probablemente no recorte las tasas en julio. En el mejor de los casos, se prevén dos recortes antes de fin de año, y ni siquiera eso está garantizado. Por ahora, los mercados descuentan posibles reducciones el 17 de septiembre y el 10 de diciembre, pero no esperan grandes movimientos. La Fed seguirá guiándose por los datos y vigilará de cerca la evolución de los precios.
Mientras tanto, los ataques del presidente Trump contra Jerome Powell, presidente de la Fed, resultan contraproducentes. En lugar de ayudar a la economía, erosionan la confianza del mercado y debilitan al dólar.
Dirk Friczewsky, ActivTrades.
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