Perú registró un hito económico importante durante el segundo trimestre de 2025: el país alcanzó un superávit fiscal de 0,7 % del PBI, rompiendo una racha de ocho trimestres consecutivos en déficit. Este repunte, según el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), refleja no solo la mejora en los ingresos tributarios, sino también el compromiso del Ejecutivo con la consolidación fiscal sin afectar la inversión pública ni los servicios esenciales.
La última vez que el país había experimentado un superávit fue en el segundo trimestre de 2023, con un modesto 0,4 % del producto. Este nuevo resultado marca un avance en la convergencia hacia la regla del déficit fiscal, que para este año fija un tope máximo de 2,2 % del PBI. Actualmente, el déficit fiscal anual se redujo a 2,6 %, lo que representa un punto porcentual menos que a inicios del año.

¿Cómo se explica este cambio positivo en las cuentas fiscales?
Según el MEF, la principal causa del superávit es el sólido crecimiento de la recaudación tributaria, que aumentó un 14,6 % en términos reales. Este es el mayor incremento observado desde el tercer trimestre de 2022 y responde a una mejora en la actividad económica nacional, que creció un 3,1 % real entre enero y mayo del presente año.
Este aumento de ingresos permitió que los ingresos del Gobierno General alcanzaran el 19,3 % del PBI al primer semestre, el nivel más alto de los últimos 17 meses. Es decir, el Estado logró captar más recursos sin elevar impuestos, apoyado por una economía que comienza a recuperar dinamismo.
“Estamos cumpliendo con la reducción del déficit sin afectar la inversión pública ni los servicios esenciales, lo que nos permite sostener el crecimiento y dar confianza al país”, afirmó el ministro de Economía, Raúl Pérez Reyes, al presentar el informe. La política fiscal, subrayó, se mantiene firme en su orientación responsable, sin sacrificar la ejecución de obras ni comprometer la atención de las demandas sociales.
¿Qué efectos tendrá este superávit en el corto y mediano plazo?
El superávit fiscal tiene múltiples implicancias para la economía peruana. En primer lugar, mejora la confianza de inversionistas y agencias calificadoras que valoran positivamente una gestión prudente de las finanzas públicas. Esto puede traducirse en menores tasas de interés para la deuda soberana, atracción de inversión extranjera y mayor estabilidad macroeconómica.
En segundo lugar, reduce la presión sobre el endeudamiento del Estado. De acuerdo con las proyecciones del MEF, el déficit seguirá disminuyendo hasta cerrar el 2025 dentro del límite fiscal, y de manera progresiva se espera que llegue a 1,0 % del PBI en 2028. Esta trayectoria permitirá que la deuda pública también se reduzca gradualmente, hasta alcanzar el objetivo de 30 % del PBI en 2035, establecido en la regla de sostenibilidad de la deuda.
Esto no solo garantizará la sostenibilidad fiscal, sino que también abre espacio para que el Estado pueda responder con solvencia ante futuras emergencias económicas o desastres naturales.
¿Este resultado beneficia directamente al ciudadano?
Es una pregunta clave. Si bien el superávit fiscal puede parecer un concepto lejano para muchos ciudadanos, su impacto es directo en varios frentes. Una economía fiscalmente ordenada asegura que el Estado tenga los recursos necesarios para brindar servicios públicos de calidad, desde educación hasta salud y seguridad. Además, permite mantener el nivel de inversión pública, vital para cerrar brechas en infraestructura, conectividad y desarrollo regional.
Por otro lado, un menor déficit y deuda pública evita que futuras generaciones tengan que cargar con una pesada mochila financiera, lo que contribuye a la equidad intergeneracional.
¿Podría mantenerse esta tendencia positiva?
Todo parece indicar que sí, aunque dependerá de varios factores. El MEF estima que en el segundo semestre del año los ingresos fiscales seguirán creciendo, lo que permitiría cerrar el 2025 con un déficit incluso menor al 2,2 % permitido por la regla fiscal. La continuidad de este escenario, sin embargo, dependerá de:
- La estabilidad política y social, que influye directamente en la inversión y en la recaudación.
- La evolución del comercio exterior, especialmente los precios de los minerales que constituyen una fuente clave de ingresos para el país.
- La eficiencia del sistema tributario y los mecanismos de fiscalización de la Sunat.
¿Qué retos persisten?
Aunque el resultado es alentador, el Gobierno aún enfrenta importantes desafíos. Uno de ellos es asegurar que el crecimiento de los ingresos fiscales no sea solo coyuntural, sino sostenido. Esto exige reformas tributarias que amplíen la base contributiva y reduzcan la evasión.
Asimismo, la inversión pública, aunque preservada hasta el momento, debe ejecutarse de forma eficiente. No basta con mantener el gasto: es indispensable que cada sol invertido tenga impacto directo en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
También será importante evitar tentaciones de gasto excesivo en períodos preelectorales, lo que podría revertir los avances logrados.
El superávit fiscal en Perú, registrado por primera vez en dos años, representa una señal alentadora de recuperación económica y de disciplina fiscal. Más allá de las cifras, lo importante es que este resultado sienta las bases para una economía más sólida, confiable y capaz de enfrentar futuros retos sin hipotecar su estabilidad.
El desafío ahora es consolidar esta tendencia, garantizar que el crecimiento sea inclusivo y asegurar que los beneficios de una buena gestión fiscal lleguen a todos los peruanos.