Por Ion Jauregui, analista de ActivTrades.
El último capítulo del drama corporativo de Hollywood tiene como protagonistas a Warner Bros Discovery y Paramount Skydance. Según Bloomberg, Warner rechazó la primera oferta de compra presentada por Paramount Skydance, valorizada en unos 20 dólares por acción, por considerarla insuficiente. El gesto, más que un “no”, parece una jugada para ganar tiempo y medir fuerzas.
En medio de la transformación más profunda que ha vivido la industria audiovisual en décadas —marcada por la competencia feroz del streaming, los costos de producción en alza y el colapso de la publicidad tradicional— el intento de fusión entre los dos gigantes no solo busca sinergias financieras, sino una reconfiguración del poder creativo.
Tras fusionarse con Skydance por 8 mil millones de dólares, David Ellison encabeza ahora un conglomerado que aspira a competir de igual a igual con Disney y Netflix. Su plan es reforzar la oferta, involucrar directamente a los accionistas de Warner e incluso sumar a fondos como Apollo Global Management, dispuestos a financiar una operación de mayor escala. Si se concreta, el nuevo bloque podría alcanzar un valor combinado de 36 mil millones de dólares.
Pero Warner carga una pesada mochila: más de 40 mil millones de deuda y una integración incompleta tras su unión con WarnerMedia en 2022. En bolsa, sus acciones se mantienen presionadas en torno a 17,10 dólares, tras perder 25% en lo que va del año, reflejo del escepticismo inversor sobre su rentabilidad de corto plazo.
El trasfondo de esta historia es, en el fondo, un relato sobre la reinvención de Hollywood. Entre plataformas que canibalizan audiencias y modelos que envejecen a velocidad de algoritmo, las fusiones corporativas parecen ser el nuevo género de suspenso. Y como en toda superproducción, los protagonistas aún no han leído el guion final.