El precio del oro ha rebotado desde sus mínimos de junio y se mantiene por debajo de los 3.300 dólares por onza en las primeras operaciones del lunes. La cotización del metal precioso enfrenta presiones bajistas en medio de un renovado apetito por el riesgo en los mercados financieros, impulsado por factores tanto geopolíticos como económicos.
El reciente alto el fuego entre Israel e Irán ha contribuido a reducir las tensiones en Medio Oriente, disminuyendo la demanda por activos refugio. A ello se suma el acuerdo alcanzado entre Estados Unidos y China en materia comercial y de exportación de tierras raras, así como los avances hacia nuevos convenios entre Washington y terceros países antes de la fecha clave del 9 de julio. Estas señales han mejorado significativamente las perspectivas de crecimiento global, alimentando la confianza inversora.
En este contexto, no sorprende que el oro —tradicional refugio en tiempos de incertidumbre— esté perdiendo protagonismo frente a activos de mayor riesgo como las acciones. De hecho, los principales índices bursátiles de EE.UU. han alcanzado nuevos máximos históricos, lo que refleja una rotación de capital hacia mercados más optimistas.
Panorama a corto plazo: sesgo bajista con límites
Aunque el panorama inmediato para el oro muestra un sesgo bajista, existen factores que limitan su caída. Persisten dudas sobre la solidez de la recuperación económica global y crecen las expectativas de que la Reserva Federal implemente múltiples recortes de tasas en lo que resta del año. La primera reducción podría producirse tan pronto como en julio, lo que afectaría negativamente al dólar estadounidense.
Debido a la tradicional correlación inversa entre el oro y el dólar, un billete verde más débil podría ofrecer soporte al metal precioso, atenuando la presión vendedora. Esta dinámica sugiere que, si bien los inversionistas están aprovechando para tomar ganancias en oro, el escenario de fondo aún justifica una postura de cautela.
Ricardo Evangelista, ActivTrades.
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