El año en el que el oro volvió a mandar

Tras rozar máximos históricos y con una ganancia cercana al 70% en el año, el oro consolida su regreso como activo central frente a la incertidumbre monetaria, política y geopolítica que sacude al sistema financiero global.

por Edgar Mandujano

Los precios del oro retrocedieron en las primeras operaciones de este lunes, luego de haberse acercado días atrás a un máximo histórico en torno a los 4,550 dólares por onza. El movimiento no sorprende. Tras una subida tan pronunciada, es natural que aparezca toma de utilidades a medida que se acerca el cierre del año, lo que explica en buena parte el ajuste observado esta mañana.

A ese movimiento técnico se sumaron dos factores coyunturales: un leve fortalecimiento del dólar y un tono algo más optimista desde la Casa Blanca respecto a la posibilidad de un alto el fuego en Ucrania, elementos que moderaron el apetito inmediato por activos refugio y limitaron el avance del metal precioso.

Con todo, el balance anual sigue siendo extraordinario. El oro se encamina a cerrar 2025 con una ganancia cercana al 70%, una cifra poco común incluso para un activo acostumbrado a moverse al ritmo de las crisis.

Más allá del ajuste puntual, el trasfondo sigue siendo claramente favorable. El rally del oro en 2025 no ha sido un accidente, sino la consecuencia de una acumulación de tensiones monetarias, políticas y geopolíticas que han ido erosionando la confianza en los activos tradicionales.

En primer lugar, está la Reserva Federal. La expectativa de un giro más dovish —con recortes de tasas y menor restricción monetaria— ha sido un combustible central para el oro. A eso se suma un elemento nuevo: la presión política directa sobre la Fed, reactivada con fuerza por la administración Trump, que ha vuelto a poner en cuestión la independencia del banco central. Cada vez que la credibilidad monetaria entra en discusión, el oro gana atractivo.

En segundo lugar, el frente geopolítico. Ucrania, Medio Oriente y una economía global fragmentada han reforzado la demanda de activos refugio. Incluso cuando aparecen señales de distensión —como el discurso reciente desde Washington— el mercado sigue operando bajo la premisa de que la estabilidad es frágil y reversible.

Pero hay algo más estructural: el oro ya no es solo un seguro contra la inflación, sino también contra la incertidumbre institucional. Bancos centrales de economías emergentes, fondos soberanos e inversores privados han aumentado exposición no por especulación, sino por diversificación defensiva. El metal ha recuperado su rol clásico: no promete rendimiento, promete supervivencia del valor.

Por eso, las correcciones como la de hoy no cambian la historia de fondo. Son pausas dentro de un ciclo que, al menos por ahora, sigue apuntando hacia arriba. El 2025 puede quedar registrado como el año en que el oro dejó de ser una cobertura marginal y volvió a ocupar el centro del tablero financiero.

El oro y el resto del tablero: dólar, bonos y bitcoin

El movimiento del oro en 2025 no puede leerse en aislamiento. Su rally ha sido, en realidad, la otra cara de las tensiones en los activos tradicionales.

Empecemos por el dólar. Aunque sigue siendo la moneda de reserva global, su fortaleza ha sido intermitente. Cada repunte del billete verde —como el de estos días— tiende a enfriar al oro en el corto plazo. Pero el vínculo estructural se ha debilitado: el oro ha subido incluso en fases de dólar firme, una señal de que el mercado no está comprando solo un hedge cambiario, sino un seguro frente a la erosión de credibilidad monetaria. No es tanto anti-dólar como post-dólar.

Luego están los bonos. Tradicionalmente, la renta fija de EE.UU. era el refugio por excelencia. Hoy ya no lo es del todo. El fuerte aumento de la deuda pública, la volatilidad de las tasas largas y la incertidumbre sobre la trayectoria fiscal han reducido el atractivo defensivo de los Treasuries. En ese vacío, el oro ha recuperado protagonismo. Cuando el mercado empieza a dudar del bono como activo libre de riesgo, el metal vuelve a escena como refugio sin contraparte.

Y finalmente, bitcoin. Durante un tiempo se lo presentó como “oro digital”. El 2025 ha mostrado una relación más compleja. Bitcoin ha tenido tramos de fuerte desempeño, pero con una volatilidad que lo mantiene en la categoría de activo de riesgo, más cercano al Nasdaq que a un refugio clásico. El oro, en cambio, ha funcionado como el ancla del sistema: sube cuando hay tensión, y corrige sin descomponerse. No compiten; cumplen roles distintos. Bitcoin es una apuesta por el futuro del sistema; el oro, un seguro contra sus fallas.

Visto así, el rally del oro dice algo incómodo pero claro: el mercado no está huyendo hacia un activo, está desconfiando de varios al mismo tiempo. Cuando el dólar, los bonos y los activos de riesgo dejan de ofrecer refugio pleno, el oro no necesita argumentos ideológicos. Solo reaparece.

Ricardo Evangelista – analista de ActivTrades.

Aviso Legal: La operativa o negociación de instrumentos financieros conlleva un alto riesgo de perder su dinero. La información proporcionada es solamente con fines educativos y no debe ser tomada como consejo de inversión. Por lo tanto, cualquier persona que tome una decisión de inversión basada en la información presentada, lo hace bajo su propio riesgo.

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