En 2022 se estrenó “Sonríe”, el primer largometraje del estadounidense Parker Finn. La película contaba la historia de una psiquiatra que, tras presenciar la muerte de una paciente, comienza a ser acechada por visiones de personas que le dirigen una sonrisa aterradora para luego hacerle daño. Con algunos ecos a “Están detrás de ti” (2014) de David Robert Mitchell y con un perfil mucho más comercial, el trabajo de Finn arrasó con la taquilla mundial.
El éxito que tuvo puede atribuírsele a su gran campaña mediática; pero también a su aproximación a la idea de la amenaza invisible de contagio, de transmisión de un mal que podría hallarse escondido en el rostro más querido o familiar -en clara reminiscencia de lo vivido durante la pandemia del Covid-19-. Si a ello le sumamos una dirección aplicada, un guion consistente y buenas actuaciones, el resultado en las boleterías de las salas no necesita más explicación. Ahora, ya se sabe qué pasa con una película que recauda ganancias de esa magnitud: se convierte en la primera de una saga que, en el mejor de los casos, mantiene su calidad. Hoy ante el estreno de “Sonríe 2″, podemos decir que no sucede así.
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Es que “Sonríe 2”, también dirigida por Parker Finn, falla en todo lo que acertaba su entrega anterior. La exploración que se hacía de la psicología de una protagonista que cargaba con sus propias culpas y traumas, era esencial para comprender la dimensión del drama, así como de la monstruosidad del ente parásito que la habitaba. En esta segunda parte, solo se deslizan, con muy poca hondura, los quiebres mentales de la víctima -una famosa cantante pop interpretada Naomi Scott-, a la vez que se apunta a la impiedad de la industria de la que es parte, lo que en conjunto no resulta suficiente siquiera para compensar una narración errática en la que las vueltas de tuerca, por repetidas, ya no sorprenden. Asimismo, a diferencia de la ejecución precisa de la primera película, “Sonríe 2” cae en un exceso visual -los planos holandeses van y vienen sin sentido- y en artificios sangrientos que no solo han perdido el encanto de su antecesora, sino que tampoco sirven para disimular el caótico guion que los acompaña.
Lo mejor de la película se encuentra en la secuencia final, con un desenlace que abre caminos que podrían ser novedosos para el siguiente filme de la saga. Veremos si Parker Finn aprovecha esas posibilidades, o si lo estropea todo como en esta ocasión.