Recientemente tuve la oportunidad de ver “Profesión: Detective”, de José Carlos Huayhuaca. Un filme de 1986 que, como muchos otros del cine peruano, parecía irremediablemente perdido, hasta que, en 2018, de manera milagrosa, se halló una copia en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. Un material que pudo ser restaurado y remasterizado, tras ganar, en 2019, el Concurso de Preservación Audiovisual del Ministerio de Cultura.
La cinta cuenta la historia de Alex Caballero —encarnado por un magnífico Eduardo Yepes—, detective novato que recibe, de parte de una adinerada mujer, el encargo de observar quién recogerá un sobre que dejará en el Olivar de San Isidro. Un sencillo trabajo, que lo termina por inmiscuir en las altas esferas de la política y el poder.
Desde los años cuarenta, la historia del cine nos ha prodigado títulos con detectives privados como protagonistas caracterizados por su sagacidad, pero, también, por un aura de glamur y una apostura sustentada en clásicos tópicos masculinos —pensemos en Humphrey Bogart como Phillip Marlowe en “El sueño eterno” (1946), de Howard Hawks, por ejemplo—.
“Profesión: Detective” (con guion del mismo Huayhuaca y de Reynaldo Ledgard) rompe con ese modelo, al colocar, en el centro de la trama, a un soñador, fanfarrón, arribista, e hijo de mamá que bien podría ser parte de la muy nutrida galería ribeyriana —con la intrínseca naturaleza peruana que eso conlleva—. Ciertamente, no fue la primera película en el mundo en quebrar el perfil del detective, pues decididas parodias sobre ese rol hubo muchas antes de 1986, pero lo que interesa de la película de Huayhuaca es que no es del todo una comedia. Por el contrario, es un filme que, si bien tiene un protagonista farsesco, plantea situaciones que no tienen ese tono de caricatura. En ese sentido, si se piensa en la gran responsabilidad que se carga a semejante “héroe” —la de ventilar una maraña de corrupción y apetitos políticos que definen el futuro cercano del país—, no es exagerado ver a “Profesión: Detective”, más bien, como el relato de una tragedia muy peruana.
La confluencia de subgéneros (desde la buddy movie, hasta el thriller político); la fotografía de colores saturados del recientemente fallecido Gianfranco Annichini y del también productor Cusi Barrio; y el uso de música pop de la época; son otros aspectos que hacen, de “Profesión: Detective”, uno de los títulos más notables de nuestro cine. Una película que no habríamos visto nunca, si no fuera porque, como mencioné líneas arriba, fue acreedora de uno de los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura. Sí, esos a los que tanta aversión tienen muchos congresistas que acaban de impulsar y aprobar, por insistencia, una ley de cine que merma la futura producción audiovisual, y que no toma en cuenta la creación de una verdadera Cinemateca Nacional para preservar nuestro patrimonio cinematográfico. Vale recordarlo.