Se ha estrenado “Monstruo” (2023), dirigida por Hirokazu Koreeda —cineasta japonés ganador de la Palma de Oro en Cannes por “Shoplifters” en 2018—, con la que retoma algunos de sus temas como los universos familiares, y el duelo ante la pérdida. Aunque en esta ocasión, se atreve con una técnica narrativa de puntos de vista y perspectivas, tal como Akira Kurosawa hizo en la legendaria “Rashomon” (1950).
No obstante, si en el filme de Kurosawa, lo medular se encontraba en la resolución de un misterio criminal. En “Monstruo” lo importante reside -en esta historia sobre una madre que denuncia el supuesto maltrato constante de un profesor hacia su hijo- no solo en descifrar las conductas de los personajes, sino también, en hallar la razón por la que se produce el desencuentro entre las versiones de los mismos hechos que apreciamos. Ese factor diferencial hace que la cinta trace una nueva línea de análisis que tiene que ver con males colectivos que son, a la vez, paradojas de estos tiempos ultra tecnológicos: el no escuchar (de verdad) al otro; el quedarse con esa primera impresión -tantas veces falsa- de lo superficial; y el de asumir rumores como verdades.
Así, en el filme de Koreeda, los personajes suelen mantener diálogos infructuosos por encontrarse sumergidos en ellos mismos: está la madre que no escucha con suficiente atención a su hijo y se deja llevar por sus convicciones; o el profesor que frente a una situación de acoso escolar hace una sola pregunta, y no intenta ahondar en las circunstancias; o los colegiales que se dirigen a un maestro con el que se topan durante su registro de un incendio en plena calle, y no dejan que se escuche lo que dice, mientras esparcen una mentira sobre el actuar del hombre.
Por eso es que, en medio de ese panorama sombrío en el que la desconexión del otro parece ser la norma, la presentación de la pareja protagónica de preadolescentes del filme, con sus acercamientos, conflictos y descubrimientos es un milagro que parece consolidarse en ese hermoso y romántico final después de la tormenta. Vemos que Koreeda no ha perdido la esperanza. Nosotros tampoco.