El Museo de la Ficción I. Imperio, presentado en el ICPNA de Miraflores, no se reduce a ser
simplemente una nueva versión del Macbeth de Shakespeare; sino que es una intervención
artística que desarma las expectativas del público y lo invita a participar activamente en la
construcción de su propia experiencia. Bajo la dirección del argentino Matías Umpiérrez,
esta video instalación performática se despliega hasta el 31 de agosto y ofrece una
inmersión total en una narrativa donde los roles tradicionales se desdibujan y el poder se
examina desde ángulos diferentes.
Ángela Molina y Robert Lepage encabezan un elenco internacional en esta reinterpretación
ambientada en la España de los años noventa. Aquí, la globalización y la tecnología son
motores de la acción. Umpiérrez, fiel a su estilo, utiliza un enfoque transdisciplinar que
fusiona teatro, cine y artes visuales, creando una obra que no encaja fácilmente en ninguna
categoría preexistente.
Lo que hace único al Museo de la Ficción es la manera en que el público interactúa con la
obra. Rodeado por un cuadrilátero de pantallas, cada espectador decide cómo navegar por
la narrativa, eligiendo qué aspectos de la historia observar y cuáles dejar de lado. Además,
la obra abarca varias áreas del local, dándole la posibilidad al espectador de dirigirse por los
camerinos e ingresar a la muestra por la puerta de salida. Este formato refuerza la idea de
Umpiérrez sobre la ficción como un acto de mediación, donde cada individuo construye su
propia interpretación, alejándose del rol pasivo tradicional. “El mecanismo de la ficción es de
mediación, que es fundamental para la salud y el autoconocimiento de las sociedades. Por
eso, lo que hago yo con mi trabajo es crear dispositivos en donde el público se relaciona de
una manera diferente al modo más tradicional que conocemos, y qué mejor manera de
hacerlo a través de las distintas disciplinas”, explica.
La elección de Umpiérrez de intercambiar los roles de Macbeth y Lady Macbeth, asignando
a Ángela Molina y Robert Lepage papeles que subvierten las expectativas de género, no es
un mero truco estético. Esta inversión busca poner en primer plano el tema central de la
obra: la sed de poder, que trasciende las barreras de género y se perpetúa a lo largo de la
historia. “Es muy preocupante la incitación al odio a través de la política, que se está dando
en casi todo occidente, donde los políticos nos piden que odiemos más para que ellos
dominen, para estar divididos y para no crecer económicamente”, agrega el artista.
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Aquí, la obra no solo revisita la ambición desmesurada de Macbeth, sino que también ofrece
una reflexión sobre los desafíos de adaptarse a un mundo cada vez más interconectado y
tecnológicamente avanzado. Al museificar lo efímero, Umpiérrez plantea una resistencia al
olvido, proponiendo que la ficción también merece un lugar en la memoria colectiva.
En última instancia, el Museo de la Ficción no solo cuestiona la naturaleza del poder y la
ambición, sino que también invita al espectador a reconsiderar su papel en la narrativa. En
un mundo donde las respuestas fáciles no existen, la obra de Umpiérrez nos recuerda que
la ficción es un espejo en el que podemos enfrentarnos a las verdades más incómodas.