“Quiero generar pensamiento crítico”: Francisco Lombardi estrena El corazón del lobo

Por Marce Rosales | Con El corazón del lobo, Francisco Lombardi vuelve a un tema incómodo y polarizante: la violencia senderista y el dolor que causó en el pueblo peruano. Lo hace con una historia que busca mostrar otra perspectiva e ilustrar a las generaciones más jóvenes.

por marcerosalescordova@gmail.com

En 1988, Francisco J. Lombardi estremeció al público peruano con La boca del lobo (1988), una película que retrató, desde la mirada de soldados conscriptos, la violencia del terrorismo en un pequeño pueblo andino. Casi cuatro décadas después, el director retoma ese universo desde otra perspectiva con El corazón del lobo, basada en la novela El miedo del lobo (2021) de Carlos Enrique Freyre. La historia se centra en una comunidad asháninka sometida por Sendero Luminoso, y en la lucha de un niño por reencontrarse con su familia. Con un reparto liderado por Víctor Acurio (Willaq Pirqa) y el debutante Jared Vicente Sánchez, acompañados por Silvana Díaz Goicochea, Paul Ramírez, Martín Martínez y otros jóvenes talentos.

Más allá de su estreno, las expectativas de Lombardi no se reducen a la taquilla. Su objetivo declarado es que la cinta genere memoria y provoque reflexión en los espectadores, especialmente en las generaciones jóvenes que no vivieron ese periodo caracterizado por una violencia sin precedentes.

¿Cómo llega a este proyecto usted?
Bueno, yo sentía que tenía una tarea pendiente en relación al tema. Había hecho una película, La boca del lobo, centrada fundamentalmente en los militares y este pequeño pueblo, y era un poco la perspectiva de ellos, una mirada desde ese lado. Siempre me pareció que debía existir una segunda parte sobre el tema que mostrara el otro lado, desde otra perspectiva. Me inquietaba mucho conocer más sobre lo que era Sendero Luminoso internamente. Estuve buscando literatura que me ayudara a encontrar una historia lo suficientemente interesante, que al mismo tiempo me diera la posibilidad de hacer una buena película y entrar en ese universo. Encontré en el libro El miedo del lobo, de Freyre, una historia muy interesante. Había leído novelas y mucho material en general, pero me parecía fundamental contar una historia que hubiera ocurrido, basada en hechos reales, como fue también La boca del lobo. Logramos conseguir los derechos del libro y ahí empezó todo este proceso que ha terminado en la película. Para mí ha sido como saldar una deuda pendiente.

Algo que destaca son los nuevos rostros. ¿Qué tanto influyó este deseo de presentar nuevas caras en el proyecto?
Era muy importante. Para ingresar al mundo desconocido de Sendero Luminoso debía mostrar rostros que no fueran reconocibles, que no remitieran al público a telenovelas u otras producciones. Por eso pedí a una empresa de casting que me trajera actores con poca o ninguna oportunidad, pero con formación y talento. Llegó una gran cantidad de jóvenes con mucho talento, lo que me sorprendió gratamente: hay en el Perú una reserva enorme de actores que no encuentran espacio en la industria. Ojalá ocurra como pasó hace 40 años con La ciudad y los perros, cuando aparecieron actores totalmente desconocidos que luego tuvieron gran proyección y carreras.

He leído que usted habló sobre los retos de rodar en la selva, en locaciones muy adentradas. ¿Qué fue lo más desafiante?
Lo más retador no fue solo lo físico, sino el propio tema. Es un asunto que genera polarización y polémica. Mostrar una perspectiva inevitablemente llevará a algunos a sentirse reafirmados y a otros a criticarla. Ya en lo técnico, fue duro. A diferencia de Pantaleón y las visitadoras, que rodamos en una selva plana cerca de Iquitos, esta vez filmamos en una zona montañosa, cercana al VRAEM. A las dificultades del calor, los mosquitos, las serpientes y las lluvias, se sumaba un terreno irregular, lleno de raíces, resbaladizo. Para mí fue muy fuerte, ya no soy un chiquillo, pero tuve el apoyo de un equipo joven que me sostuvo.

Me parece muy interesante lo que dice sobre la polarización. ¿Cuál es su propósito al contar estas historias y enfrentar las críticas inevitables?
Creo que es importante, especialmente para la gente joven. Ese fue un poco el propósito: tomar conciencia de lo que fue Sendero, evitar que se romantice o malinterprete. Hace poco supe de una especie de pequeña escuela en Trujillo donde un exsenderista enseñaba a jóvenes. Eso me alarmó. En un país con tanta injusticia social, es fácil vender la idea de una revolución. Pero lo que ocurrió con Sendero fue solo muerte y destrucción, sin beneficios. Eso se ha perdido en la memoria, sobre todo entre los jóvenes, y era necesario retratarlo. Lo que muestro es cómo era el universo interno de Sendero, cómo se trataban entre ellos. No invento. Recojo lo que alguien vivió, lo contó en un libro y yo lo transformo en película.

Generalmente, cuando se habla de terrorismo, se habla de los excesos de las Fuerzas Armadas o de los atentados más conocidos en ciudades. Pero usted lo aborda desde la perspectiva de una comunidad asháninka violentada. ¿Cree que eso enriquece el imaginario sobre lo que fue el terrorismo?
Eso me interesó mucho del libro: lo poco conocido que era el abuso de Sendero en comunidades amazónicas, los niños y familias separadas. Eso podría haber sido material para un documental, pero yo quise contar una historia dramática, la de un niño, y hacerlo desde la ficción. Quise que fuera cine popular, que pudiera emocionar y entretener, pero también dejar un mensaje. No es solo una película de denuncia, es una historia que conecta con el público y lo hace reflexionar sobre la violencia y sus consecuencias.

Han pasado muchos años desde La boca del lobo. ¿Qué ha cambiado en su percepción del terrorismo desde los años ochenta hasta hoy?
Ha cambiado mucho. En los ochenta, Sendero era un fantasma, no se conocía bien su rostro. Había grupos de izquierda que lo apoyaban abiertamente y después recularon. Hoy sabemos más de lo que había detrás, y eso ha enriquecido mi visión. Sendero Luminoso es el gran culpable de la violencia. No obstante, también debemos recordar los abusos cometidos por militares en los primeros años de la contrasubversión. Muchos fueron lamentables y costaron vidas. Fue recién en la segunda etapa, con trabajo de inteligencia y arrepentidos, que se derrotó a Sendero. Esa era la estrategia que debió aplicarse desde el inicio.

¿Qué espera de la recepción de la película?
Más allá de recuperar la inversión, lo que me interesa es que la película sea vista por la mayor cantidad de personas posible. Quiero generar memoria. Los pueblos que olvidan sus errores están condenados a repetirlos. En el Perú tenemos una clara muestra de esa falta de memoria en las últimas elecciones presidenciales, equivocaciones repetidas por falta de información y conciencia. Como cineasta, mi objetivo es ayudar a generar pensamiento crítico. Esa es la única manera en que como sociedad podremos progresar y construir un futuro mejor.

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