Tenía tal cantidad de obras —más o menos treinta— y en tanta variedad —de soportes, técnicas, formatos y materiales— que él mismo estaba desconcertado: ¿qué nombre le pongo a mi muestra? Andaba así, cavilando, buscando un nombre que enlazara semejante pluralidad. Y como no lo encontraba, decidió forzar la etimología e inventarse uno a partir de la raíz griega “artro”. De modo que Artrofilia sería algo así como ‘amor por las articulaciones’. “La invención e improvisación verbal, tanto en el habla culta como callejera, es un don que siempre he admirado”, dice.
De modo que, entre el desconcierto y el humor, el artista Fernando Otero (52) terminó articulando su decimoctava muestra individual, un sobrio conjunto que mixtura pintura sobre lienzo, escultura en metal, dibujo sobre papel, singulares cuadros fabricados con reglas. También hay cerámica en instalaciones, tintura sobre papel plisado, manos que se abren, afilados campos geométricos y rugosos ensamblajes que flotan en el espacio. Todo un bloque cargado de simbolismo que busca conectar el ser y el estar en un entorno cargado de misticismo.
Plástica y fe
Ocurre que, para Otero, la fe es un compuesto nada etéreo. “Lo esotérico está presente no solo en su dimensión sectaria, está en el día a día”, dice el artista. “Muchas de nuestras decisiones son tomadas a partir de criterios no racionales basados en la fe, en emociones o en supersticiones. La idea de un universo interconectado por fuerzas y leyes que a veces la ciencia explica, pero frecuentemente ignora, es un tema presente en la constelación simbólica de mi quehacer plástico”.
Pero, ciertamente, no es el único motivo. Otero también ha soldado una serie de puntas de pico en círculo, esa es su manera de significar una ronda de trabajo comunitario. También ha estructurado cuadros con reglas, que refieren a la obsesión moderna por atrapar la realidad convirtiéndola en cifras. “Aquí cada actor de la sociedad está representado por su herramienta: el arquitecto, el sastre, el alumno, el profesor, etc. Estas manos nos interrogan sobre cómo manejamos lo desconocido. Todas mis pinturas son una invitación para que el espectador encuentre sus propios arquetipos”.
Entre arcanos
Esa dimensión estética y ese influjo poético también mueven las otras experiencias rituales de la muestra, que termina por vehicular las diversas vertientes productivas con las que el artista viene trabajando desde hace algún tiempo. Esto es, la escultura en metal, la arcilla modelada, la pintura y el dibujo. Son más de treinta piezas donde aparece el Apu o montaña sagrada y algunos lienzos de afilada geometría, pese a que para el autor la arquitectura es solo una posibilidad metafórica.
Así, Artrofilia termina siendo poblada por piezas donde la idea de la superstición y cómo esta se relaciona con el manejo del miedo surgen como un dialogo post pandémico. La idea del amuleto, v.gr., se presenta en forma de esculturas de manos con los dedos cruzados o que llevan tatuados símbolos mágicos sobre la escalofriante rugosidad de su piel. De esa manera parecen conjurar lo que esconden los arcanos, lo que no logramos explicar y menos entender. Después de todo, el arte no explica el mundo: solo da fe de su misterio.