En su segunda exposición individual, el escultor Emilio Longhi tiene como título ‘Antes de entrar al mar, el rio tiembla de miedo’, basado en un poema del poeta libanés Khalil Gibran. “Es un título que te invita a que dejemos de lado la individualidad para ser parte de algo más”. El trayecto que hace el río de las cimas de la montaña “es largo y sinuoso” y va a morir al mar. Este recorrido es crucial en el ciclo del agua.
… El río necesita correr el riesgo
de entrar al océano
porque sólo así desaparecerá el miedo,
porque ahí el río sabrá
que no se trata de desaparecer en el océano,
sino de convertirse en océano.
En su muestra en el Espacio Venancio Shinki del ICPNA (Av. Angamos Oeste 120, Miraflores), Longhi reúne una serie de materiales que de alguna manera tienen una ideología y tratamiento opuesto entre los que es la contemporaneidad a través del extractivismo petrolero y con la totora lo que son las practicas ancestrales vinculadas al mar.
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Para Jorge Villacorta, curador de la muestra, en esta exposición “no hay una actitud que podamos definir como moral, pero sí hay una actitud en que se entiende cuáles son los orígenes de los materiales que sido utilizados en la exposición. Hay materiales que pertenecen enteramente a un mundo que podría ser descrito como propio del buen vivir”. Además de eso, Villacorta resalta que este trabajo del escultor “tiene referentes que son de otros universos de creencias y admiración, devoción y respeto por la manifestación de las energías en el mundo”.
Muchas de las piezas que vemos en la muestra ‘Antes de entrar al mar, el rio tiembla de miedo’ han aparecido en las exploraciones que el artista ha hecho inducido por la medicina ancestral. En su caso con huachuma o San Pedro.
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Una de esas piezas, ‘La fuente de oniri’ está en el medio de la sala. “Después de una ceremonia, apareció esta imagen, así de pie con todas sus características. La fotografía fue muy fuerte y quedó impregnada en mi cerebro”, dice Emilio. Es una columna “digamos con una influencia occidental” y está superpuesta sobre una chacana todo cubierto con espejos que representa el agua. En la fuente tiene un mechero donde la llama, como en las refinerías, hace referencia a ese mal que nunca se va.
Emilio Longhi considera que todo mal como este fuego o la brea, el residuo del mundo y lo que queda después que se ha extraído todas las cualidades comerciales y que él describe como “la caca del petróleo” merecen darles un lugar que no tienen. “Eso es lo que se llama curar”. Justamente en esta muestra el escultor ha hecho con brea unas réplicas de la huaca de Las Balsas, Túcume, que tiene mucha representación de un enfoque ceremonial con el mar.
La exposición puede ser visitada hasta el 23 de febrero. Martes a domingos de 10:00 a. m. a 7:00 p. m. (Diana Zileri)