—Te agradecería que vengas hoy mismo. Esto lo tienes que ver. Ignacio Merino 2055, en Lince. Ni bien se llega a la dirección indicada, la extrañeza captura la atención del transeúnte: tres caballeros mayores, en imágenes grandes, en la puerta. A la tela. ¿Es acaso una sastrería? Pero ni bien se sale del asombro inicial y se esquiva el intenso sol, se reconoce que los caballeros son los ilustres Fernando de Szyszlo, Luis Jaime Cisneros y Aurelio Miró Quesada. Un par de pasos más adelante, se distingue que se trata de Toro Lab, galería inaugurada en agosto pasado por el coleccionista colombiano Horacio Rico.
—De niño mis hermanos me decían Toracio. En memoria de ellos nace el nombre de la galería-museo
Toro Lab. Vivo en Perú hace 36 años y desde los 15 años colecciono arte.
En el espacio más grande de Toro Lab, se puede apreciar lo que será la inauguración de El Quijote de Szyszlo, el próximo martes 5 de diciembre.
—Fernando de Szyszlo es el mejor pintor peruano del siglo XX, Aurelio Miró Quesada y Luis Jaime Cisneros, grandes humanistas y pensadores de nuestro país. En 1949, los tres estuvieron detrás de la primera y única edición de El Quijote de Cervantes en Perú. De Szyszlo solo ha ilustrado este libro. No más. Lo hizo en aguatinta, sobre sobre metal.
La memoria lucubra, y la interrogante: más allá de los conocedores, ¿por qué no se sabía de la existencia de este Quijote ilustrado?
En 1948, Aurelio Miró Quesada funda la revista Mar del Sur junto a Luis Jaime Cisneros y el editor Pablo L. Villanueva. En el cuarto número de la publicación, de 1949, anunciaron la aventura de publicar la primera edición peruana de el Quijote. Las resonancias que alimentaban la iniciativa, partían de 1947, año en que se celebraron los 400 años del nacimiento de Cervantes. Por aquel entonces, De Szyszlo, quien había presentado su primera exposición en el ICPNA también en el año 1947, era un pintor con mucha proyección. Cuando recibió la propuesta de ilustrar El Quijote, la aceptó porque estaba con el fuego del asombro: tenía 23 años y acababa de leer El Quijote por recomendación de su entonces novia y futura esposa Blanca Varela, que no solo fue una poeta privilegiada, sino del mismo modo una lectora voraz. Villanueva imprimiría el libro, Cisneros haría el cuidado de edición y Miró Quesada el texto introductorio.- Confluencia de estrellas para un acontecimiento cultural realizado entre amigos.
La publicación estaba proyectada para 1949. Pero con el dinero que De Szyszlo cobró por el trabajo,
decidió viajar a París con Blanca, con quien acababa de casarse, para regresar en cuatro meses y difundir
como se debe la primera edición peruana del Quijote.
—Pero Fernando y Blanca no demoraron cuatro meses, sino cuatro años. El libro no pudo presentarse
y los ejemplares quedaron guardados.
Ronda la inquietud sobre porqué De Szyszlo no se animó a presentar esta publicación a su retorno. Quizá la respuesta esté en las aguatintas. De las 40 aguatintas, 27 están poder de Rico y las 17 restantes en colecciones privadas. Cada una de ellas es un guiño personal del artista a cómo veía el Quijote. Por eso, salen representados sus amigos y él. Homenaje por todos sus lados. A saber: De Szyszlo es El Quijote, el mexicano Octavio Paz (con quien intercambió cartas antes de conocerlo personalmente en Francia) como Sancho y Blanca Varela representa a Dorotea disfrazada de pastor.
El Quijote de Cervantes es de esos contados libros poseedores de una luz hipnótica especial: quedas arrobado por la lectura, sí; pero al mismo tiempo este puede cambiarte la manera de asumir la vida. De Szyszlo dilata su vuelta por la sencilla razón de que ya se sentía un Quijote dispuesto a sacarle el jugo a su experiencia europea, medular en su obra posterior.
—En1992, por las celebraciones del V Centenario del Descubrimiento de América, el libro (con las carillas cambiadas debido a que estaban desgastadas) se presentó en el Congreso. Se había planeado una campaña de difusión, pero llegó el autogolpe de Fujimori y el libro volvió a los almacenes. Nunca circuló como se debe. No obstante, en La Galería sí llegó a exponerse la serie de aguatintas, en el catálogo tenemos los textos de Luis Jaime y Aurelio.
De 1949 a 1992, pasaron 43 años. Y de 1992 a 2023, 31 años. Ergo: 74 años de errancia de El Quijote editado en Perú.
—Estudié la historia del libro, veía que se vendía de manera suelta. En la pandemia, le compré los libros y las aguatintas a Augusto, el hijo de Pablo L. Villanueva. La pandemia permitió que los tenga y ahora que no hay pandemia, es tiempo de recuperar y poner en valor esta obra única en la que estuvieron
comprometidas estas personalidades de la cultura peruana.
Los libros estarán a la venta, es casi medio millar. Es una edición especial, de lujo, pero mi intención
es que las aguatintas de Fernando puedan estar en una institución y sean mostradas al público, en
una exposición en el Mali, la galería Pancho Fierro o en el ICPNA. Quiero darle a Perú lo mejor que me dio: su cultura. Hay que parar con lo que se tiene que hacer, hay que hacer. Eso es lo que falta.
Perú fue uno de los primeros países de América adonde llegaron los primeros ejemplares de El Quijote de 1605. Sin duda alguna, no pocos hombres de letras pensaron durante siglos en la posibilidad de publicar la edición peruana del Quijote. Nadie lo hizo. En este orden de cosas, habría que subrayar lo que precisa Miró Quesada en el texto del catálogo El Quijote de Szyszlo. 40 aguatintas de 1992.
Rico lee:
—“Placer y enseñanza de esta obra inmortal, que nos hace sentir que, como don Quijote, debemos tener siempre puesta la mirada en lo alto y como Sancho Panza también debemos afirmar nuestros pies en la tierra”. Más esta parte: “Por la tierra peruana, más anchurosa que los campos de Montiel, salen por fin a cabalgar Alonso el bueno, o don Quijote de la Mancha, con su lanza y su adarga y su escudero Sancho Panza, en su rucio alabardado”.