Se veía venir que el prestigioso premio de la Casa de la Literatura Peruana, ejemplarmente atento a nuestra diversidad cultural, no circunscrito a los autores promocionados por los medios masivos, iba a galardonar, por fin, a un escritor amazónico, cuando en 2019 exhibió la sustanciosa exposición “La casa sin puertas – Literatura amazónica” (1940-1980) y publicó el valioso aporte Allí donde canta el viento. Antología amazónica, a cargo de Kristel Best Urday y Yaveth Sucasaca. Elección muy oportuna en un marco de reconocimiento creciente (con resonancias internacionales, inclusive) de la creatividad artística de los pueblos amazónicos; y de distinciones importantes a sus novísimos cuentistas Jhemy Tineo Mulatillo (ganador del Premio José Watanabe 2021, de la Asociación Peruano Japonesa) y David Orlando del Águila (Premio Copé de Oro 2022, de Petroperú).
Ya es hora de valorar como es debido la contribución literaria amazónica, relegada todavía, cuando no invisibilizada en los panoramas y antologías nacionales. Un trato a tal punto ominoso que suele ignorarse que el primer escritor peruano relevante fue el mestizo chachapoyano Blas Valera. Al respecto, recomendamos la reciente antología Ausentes en cada sombra (Más de cien años de narrativa amazónica), de Alberto Chirif (Iquitos, Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica – CAAAP y Tierra Nueva).
Aplaudamos, por eso, la decisión de la Casa de la Literatura Peruana de premiar a Róger Rumrrill (Iquitos, 1938). De un lado, nadie mejor que él encarna la maduración de las letras amazónicas contemporáneas, etapa iniciada en los años 60 por el grupo Bubinzana, del cual fue uno de los fundadores, descollando pronto como su principal animador y como el mayor conocedor de la trayectoria histórica, cultural y literaria de nuestra selva, conforme lo ha demostrado desde sus importantes antologías Poesía de la selva (1966) y Narradores de la selva (1967).
Dotado para el cuento (Vidas mágicas de tunchis y hechiceros, 1983, La anaconda del Samiria, 1997; para niños: Churito y otros cuentos del arcoiris, 2019) y la novela, su obra constituye la máxima expresión de lo que cabría denominar la utopía amazónica (así como se habla de la utopía andina): la búsqueda de la Tierra sin Mal. Utopía que no solo palpita en su notable saga novelística, conformada hasta ahora por La virgen del Samiria (2011) y Las estirpes amazónicas (2020); sino en sus ensayos y artículos, documentados y valientes para defender el patrimonio y la herencia cultural de sus poblaciones originarias, convencido de que la “Amazonía es el espacio estratégico, geopolítico, geoeconómico e hidropolítico del Perú en el siglo XXI. El reto de los creadores de la Amazonía es universalizar la cultura amazónica y amazonizar la cultura universal” (Evangelina, p. 9).
Agréguese su generosa entrega a promover y difundir las contribuciones culturales de sus paisanos. Recientemente, ha publicado Miguelina (Lima, La Strada 2023, 184 pp.), una biografía novelada de Miguelina Acosta Cárdenas (Yurimaguas, 1887-Lima, 1933), la primera peruana que se graduó de abogada (U. de San Marcos, 1920), activista de la Asociación Pro-Indígena, y de numerosas entidades feministas.