Gabriel Iglesias, quien actúa, escribe y dirige este unipersonal, nos da una lección de puesta de escena que es, a la vez, un mensaje público para deliberar sobre la salud mental en el Perú. Es que todo sucede en la mente. La paradoja dolorosa es que nuestros pensamientos son fundamentalmente liberadores, pero también pueden ser nuestros peores enemigos. Cuando el pensar e imaginar se convierten en nuestros desalmados monstruos interiores, estamos ante una línea que se cruza y no se sabe si se puede volver. Esa frontera entre lo real y lo ficcional es difícil de distinguir con claridad. Entonces, los seres humanos van buscando anclas que les ayuden a tener claridad en esa bruma de lo que es y de lo que parece ser. A veces nos extraviamos en esa búsqueda.
Es por eso que esta notable performance de Iglesias, reflexiva, bien armada musicalmente, con una escenografía persuasiva, ahondada por el manejo dramático de las luces, tiene los visos de ser una de las mejores demostraciones del poder hechicero de las artes escénicas. Es que la historia narrada tiene la esplendidez escritural de estar irreprochablemente ensamblada con una actuación extraordinaria y que va empujando al espectador a entregarse a los ritmos de una banda imaginaria y lúdica que es tan solo la proyección de una mente desgarrada. Hay una batalla angustiada, tormentosa, que se va lentamente desplegando, al cual vamos asistiendo como testigos inútilmente privilegiados. Frente a nuestros ojos discurre una crudelísima disputa y no podemos intervenir.
Hay un peso existencial de soportar durante años las consecuencias cotidianas de estar en condiciones de permanente ansiedad, pánico repentino, voces múltiples que aparecen súbitamente, tiempos que se cruzan, vidas imaginarias que coexisten con naturalidad, que nos indican que hay un quiebre irreversible, una rajadura vital en la realidad, en la que un ejercicio escénico, como lo demuestra Criaturas ansiosas, nos lo enrostra, sin victimismo populista, sino con una contundente pedagogía en la que la estética, cómplice y exacta, también marca esas fracturas, esos fragmentos esenciales que van estallando sin que nada o muy poco se pueda hacer.
Completamente entregado a la magistral puesta en las tablas, Iglesias canta, más bien demanda con gritos de guerra, con la verosimilitud de una estrella del pop, que lucha una profunda cruzada para advertirnos de que las patologías mentales no son artísticas, por más que los parezcan, sino un llamado de atención para atendernos, escucharnos, convocar ayudas profesionales en los casos necesarios. De ese modo, el mensaje es lanzado en el proscenio, para recordarnos que nadie está a salvo de que las escaramuzas íntimas se vuelvan incontrolables.
Lugar: Teatro Británico de Miraflores
Dirige, escribe y actúa: Gabriel Iglesias
Función: febrero 8:30 pm