La trayectoria de Verónica Luján, marcada por una investigación sobre atmósferas emocionales y microclimas domésticos, encuentra aquí un punto de condensación. Su práctica —donde la pintura y la instalación funcionan como espacios que respiran mutuamente— se funde con la experiencia de la maternidad, transformando la percepción del color, del ritmo y del gesto mínimo. Ese tránsito vital deja de ser anecdótico para convertirse en el motor conceptual del proyecto.
Lo mismo ocurre con Miguel Aguirre, cuya obra ha explorado durante décadas la relación entre historia, política y representación. En esta muestra, aquel rigor analítico se desplaza hacia un territorio íntimo donde no pierde densidad. Aguirre entiende la familia como un sistema epistemológico: un espacio donde se ensaya, en escala doméstica, la negociación entre afecto, autoridad y construcción de sentido. Su biografía artística y personal se vuelve herramienta crítica para repensar la noción de archivo, ese hilo que atraviesa buena parte de su producción.
Ambos artistas coinciden en que la llegada de Mikel activó cierto tipo de percepción que reorganizó sus métodos de trabajo. “La infancia te obliga a mirar de nuevo, a nombrar por primera vez”, señala Aguirre. Luján añade: “Mucho de mi obra nace de la calma antes de dormir, de los cuentos susurrados, de la luz tenue que deja ver lo esencial”. Son declaraciones que orientan la lectura conceptual de la muestra: la infancia como territorio de conocimiento, el hogar como laboratorio perceptivo.
Las obras —entre pinturas, planchas de stickers vacías, dispositivos de juego y la performance “Ensayo para un lanzamiento”— operan como constelaciones en un sistema familiar que se representa y se vive. La performance, por ejemplo, traslada un ritual cotidiano al espacio expositivo y pone en evidencia cómo el cuidado produce arquitectura emocional. Las planchas de stickers funcionan como diagramas del aprendizaje, como pequeños mapas donde el gesto infantil deja rastros que son, al mismo tiempo forma y pensamiento.
Desde lo conceptual, Norte y cuerpo celeste propone una relectura del arte relacional. Esta no es una colaboración, es una co-percepción: un modo de mirar que se construye entre tres, donde la autoría se dispersa y adopta la lógica de una órbita. En este sistema, el archivo afectivo —las palabras murmuradas, los juegos incompletos, los rastros geométricos del día a día— adquiere estatuto estético.
Así, la biografía sostiene la obra, la activa y la expande. Y la obra, a su vez, devuelve a la biografía una potencia luminosa. En esa reciprocidad, Luján y Aguirre construyen un cosmos íntimo que, sin dejar de ser doméstico, se abre hacia lo universal.
Mueve Galería
📍 Pérez Roca 244, Barranco
Fecha: Hasta el 13 de diciembre 2025.
Días: Mar-sáb 11 a.m. – 7 p.m. – Ingreso libre