Asesinato en la Florencia de los Médicis

Por Ricardo González Vigil | El asesinato ficticio de Jacobo Pontorno en la Florencia de los Médicis es investigado por Giorgio Vasari.

por marcerosalescordova@gmail.com
Laurent Binet

Con su primera novela, HHhH, se consagró internacionalmente el escritor francés Laurent Binet (Paris, 1972), cosechando con esa obra y las dos siguientes numerosos premios relevantes: Goncourt, Premio de Novela de la Academia Francesa, etc.

Su cuarta novela, Perspectivas (Seix Barral, 2024, 335 pp.) ratifica su maestría para recrear libremente los contextos históricos, puesto que, no obstante que remite a sucesos acaecidos y/o a personas que han existido identificados con sus nombres reales (en Perspectivas, artistas de la talla de Miguel Ángel y Benvenuto Cellini; políticos destacados como Cosme de Médicis, duque de Florencia, y Catalina de Médicis, reina de Francia), la trama tiene como eje un elemento ficticio. En el caso de Perspectivas, se trata del imaginado asesinato del pintor manierista Jacobo Pontorno y la investigación “detectivesca”, dirigida por el artista, más conocido como historiador y crítico, Giorgio Vasari. Algo similar fabuló Binet en La séptima función del lenguaje, asesinando al conocido semiólogo francés Roland Barthes.

A sus nexos con la narración histórica y el relato policial, Perspectivas agrega su factura de novela epistolar, al modo de Los idus de marzo, de Thorton Wilder (aunque ahí el asesinato de Julio César tiene base real y es uno de los más famosos de la historia).

La textura epistolar encuentra en Perspectivas mayor justificación estética, porque los distintos puntos de vista de los personajes (“me gustaría que cuando leáis mi punto de vista, podáis afrontar las cosas desde otra perspectiva”, p. 217) concuerdan con la técnica pictórica de la perspectiva, fundamental para la plasmación del Renacimiento, luego retorcida por el Manierismo y el Barroco: “las leyes de la perspectiva (…) Prometeo robando el fuego de Dios para dárselo a los hombres. (…) nuestra ambición de artistas, embriagada de ese nuevo poder, no tenía límites. Quisimos pintar el mundo a nuestro estilo. No solo quisimos rivalizar con Dios, sino modificar su obra” (carta de Miguel Ángel, pp. 267-268).

Agudamente, Binet retrata la problemática del genio creador, las ambiciones políticas y, en particular, los prejuicios morales y religiosos que atentan contra las obras de arte en defensa de lo “correcto” y “educativo”, actuantes entonces y ahora en pleno siglo XXI. Si entonces Miguel Ángel estaba preocupado porque pretendían cubrir con ropa los desnudos de la Capilla Sixtina; actualmente, se pretende prohibir la exhibición pública del “David” de Miguel Ángel y la lectura de libros clásicos que “ofenden” lo que se considera “correcto”.

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