Simon Johnson, James Robinson y Daron Acemoglu son los ganadores del Premio Nóbel de Economía de 2024, por su trabajo sobre “cómo se forman las instituciones y afectan la prosperidad”. Esta investigación exploró las consecuencias de la colonización para comprender por qué la desigualdad global persiste hoy en día, especialmente en países asolados por la corrupción y la dictadura.
Uno de los hallazgos de su investigación es que los países en los que hay más segregación, el bienestar económico general es menor. En los países en los que hay más equidad y participación general, el bienestar de todos es mayor.
¿Qué tiene que ver con la arquitectura?
Cuando hablamos de equidad, también nos referimos al ambiente físico que compartimos: a las ciudades. Compartir el espacio, como señala Blair Kamin, abarca todos los aspectos de la vida pública, desde veredas y calles hasta paraderos, ministerios, parques y vivienda social. }
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El espacio público debe apuntar a la equidad, permitiendo el desarrollo de la vida, ofreciendo dignidad a sus habitantes, independientemente a su poder adquisitivo, procedencia o nivel educativo.
No se trata de sólo altruismo o empatía, sino de interés propio. El diseño de una parte de la ciudad no puede separarse del diseño de otra. La estrategia económica más viable para todos es la inversión en todo espacio público, en especial, en las zonas menos favorecidas, en donde las carencias de la vivienda deben suplirse en el exterior.
Del mismo modo que la economía, el diseño debe apuntar a la equidad, a la igualdad de oportunidades, a la calidad para todos. Simplemente porque nos conviene a todos. Porque eleva el valor de toda la ciudad. Porque al ofrecer mejores espacios, espacios más seguros, transporte que integre, lugares que acojan, disminuiremos la criminalidad, aumentaremos el comercio y mejoraremos la calidad de vida de las personas que habitan esos espacios. Esto nos conviene a todos.