Arequipeños… chiclayanos, trujillanos y más

por Luis Lama

Walther Sánchez (Arequipa.1998) trae a Lima una muestra sobre los hombres de su generación que viven y trabajan en su región natal. Hay otros notables pintores, como Rubén Saavedra, en Chiclayo, que forman parte de una nueva generación radicada en el interior del país que merece ser destacada.

Existe entre nosotros una nueva generación de artistas que ha decido alejarse de las indagaciones menos ortodoxas — instalaciones, ensamblajes, videos, etc.— para regresar con ímpetu a la pintura.  Este hecho coincide con una tendencia internacional que vira de nuevo a la exigencia del oficio pictórico  y que impone al espectador saber analizar el contenido más allá de las imágenes o del impacto sensorial de otras experiencias del pasado.

Esta vuelta de tuerca no es nueva. Era altamente predecible por la acelerada oscilación pendular que ha tenido el arte desde el siglo XX. Ya en los años 80, con la hegemonía posmoderna y la “muerte de la vanguardia”, se retomó la pintura de manera decidida y se impusieron normas rigurosas que obligaron a los artistas —digamos conceptuales— a aprender a dibujar y pintar. Ocurre que durante los 70, la formación en arte incidía más en aspectos sociológicos, lingüísticos y filosóficos, que en los oficios tradicionales.

Obra del artista chiclayano Rubén Saavedra: “Repasando la historia”.

Sin embargo, al final del siglo pasado, cuando iniciamos las Bienales Iberoamericanas —decapitadas por Castañeda— las vertientes internacionales que venían a Lima mostraban las múltiples opciones de nuestra contemporaneidad, ausentes de cualquier tipo de dogmatismo y carentes de un solo direccionamiento.

En el presente siglo todo se ha ido radicalizando y, en galerías y ferias —eminentemente orientadas al mercado—, la pintura ha alcanzado una hegemonía que tiende a dejar de lado, lamentablemente,  a la escultura y a la fotografía entre otras disciplinas que hasta hace poco fueron ampliamente aceptadas.

Dentro de este panorama vemos cómo las mayores exposiciones actuales, salvo las del ICPNA y del CCPUC, están centradas en el dibujo y la pintura, lo que puede dar un indicio de las actuales predilecciones: Forum exhibe a Kevin de la O, La Galería presenta a Nader Barhumi, el Británico una colectiva de dibujo, en Ccori Wasi se suspendió la exposición del extraordinario chiclayano Rubén Saavedra, 770 tuvo a Tito Monzón, un maestro trujillano, y así sucesivamente. Este es solo el retrato fugaz de una tendencia que de nuevo volverá a extinguirse.

Dentro de este contexto, Walther Sánchez viene a Lima a exponer en la 770 una obra en torno a la nueva masculinidad. Se trata de la muestra Arequipeños, planteada como un retrato de la sexualidad de sus personajes dentro del endogámico entorno social al que pertenecen. El conjunto es un proyecto de mural, un friso con rostros y cuerpos de los habitantes del sur.  

La otra parte de la muestra está constituida por una visión gótica de Arequipa.  Aparenta que para él ya no existiera allí el Paraíso. Ni siquiera en Caylloma.

Obra del maestro trujillano Tito Monzón.

A modo de metáfora, Sánchez toma el bosque pétreo de Choqolaqa, en el distrito de Tisco para simbolizar a la mítica ciudad blanca y volverla siniestra. Y en medio de las brumas, representa a la violencia que se desarrolla en un espacio con predominancia de migrantes. Una urbe, tradicional y moderna a la vez,  donde el desarrollo económico no ha logrado disminuir las brechas entre sus habitantes.

Arequipa es así subvertida a través por un artista que se ha formado allí con algunos de los mejores maestros que hay en el Perú: Ramiro Pareja y Ricardo Córdova, entre otros. De ellos ha aprendido no solo el oficio que caracteriza a sus pintores sino también una mirada acuciosa que le permite investigar más allá de fronteras, hipotéticamente enclaustradas.

En la actualidad, Lima absorbe el mercado nacional de arte. De otro lado, debemos admitir que las curadurías omiten escrupulosamente a los artistas de provincia. Ellos suelen permanecer olvidados. Además, no traemos a Lima las grandes muestras que se originan en el interior.

Estoy convencido de que parte del problema radica en los mismos coleccionistas que en sus localidades suelen ser muy austeros, pero que en sus residencias capitalinas tienen obras de considerable importancia, adquiridas en el mercado limeño.

Sin embargo, en cuanto a la producción artística se refiere, no creo en dicotomías entre Lima y provincias. Al fin y al cabo, la mayoría de los nuevos limeños son provincianos. Pero los artistas del interior aquí mencionados son el mejor ejemplo de que, fuera de esta capital enceguecida, esas nuevas generaciones están haciendo la pintura más interesante del país.

(Luis Lama).

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