Ramiro Llona
“Me quedé afuera más de 20 años y volví cuando supe que tenía dentro de mí, incorporado a mi modo de ser y a mi comprensión de la pintura, todo lo que había visto. Viajo mucho a seguir viendo pintura, es una manera de vivir. Del Perú, mi país y de Lima mi ciudad me interesa todo. La encuentro fascinante y muchas veces nuestros paseos de domingo son ir al Centro de la ciudad. Yo he crecido en una época cuando se iba al Jirón de La Unión a tomar helados a la Botica Francesa”.
–Recuerdo tu primera exposición en Galería Forum, cuanto esta funcionaba en el Centro Comercial “Los duendes” en la avenida Benavides. Recién egresabas de la Universidad Católica que vivía sus mejores tiempos con Winternitz a la cabeza y grandes profesores como Szyszlo y Julia Navarrete.
La Galería FORUM se había creado para que la gente joven tuviese un espacio donde exponer y fueron muy creativas en el modo como iniciaron a muchas personas en el coleccionismo. Por años trabajé con ellas y en los primeros años de Nueva York les di la llave de mi taller en Miraflores y me enviaban una cantidad de dinero mensual. Al final del año hacíamos un balance del importe de las ventas y lo que me habían enviado. Siempre había un saldo a mi favor por que eran magníficas galeristas. Esto me permitió siempre poder pintar, a veces dentro de una economía ajustada, pero nunca tuve que trabajar en algo distinto. La Escuela de Artes era fantástica, aparte de los que mencionas estaba Anna Maccagno que era de una sabiduría sin límites. Los primeros años Julia fue mi profesora y tuvo siempre la paciencia de responder las innumerables preguntas que le hacia. Una gran pintora y magnifica profesora. Cuando en los dos últimos años de taller llegó Szyszlo a enseñarnos todo cambió para mi. Era como una ventana hacia el exterior, sabia todo lo que estaba sucediendo en el mundo de la pintura y nos hacia participes de su pasión por el arte. Tuve una relación muy cercana con él y fue muy generoso en sus enseñanzas.
–Eran tiempos en los que en la escuela predominaba la gran pintura expresionista y recuerdo tu afinidad con artistas como Goya, lo que se prolongó en cuadros como el merecedor del premio del Concurso de Pintura que se organizaba en Miraflores. Era un formidable cuadro negro que solía ver en la alcaldía y que hoy no sé en qué lugar se encuentra.
El concurso de Pintura en el Parque, me parece que era el mas importante en esa época. No había terminado mis estudios aún, pero tenia estos cuadros grandes para la época, 180 x 140 cm, y los presenté. Gané el 1er premio. Era un premio-adquisición. La pintura la prestaron para mi Retrospectiva en el MALI, no la he vuelto a ver.
Quizás esa fue mi primera aparición pública en el mundo del arte. Recuerdo que Szyszlo pasó un día a ver la exposición que se realizaba en lo que ahora es el Parque Kennedy. Venía con Blanca Varela, ese día la conocí y nos hicimos amigos para siempre. Es verdad que miraba mucho a Goya. Tenia una hermoso y muy grande libro que había publicado Rizzoli sobre la época negra y era mi biblia. Nos gustaba también Cuevas. Un día descubrí a Klee y eso cambio muchas cosas. Sabes que el arte nace del arte y uno va encontrando pintores en el camino.
-En los años 80 he visto obras tuyas con influencia de Szyszlo, pero siguiendo tu propio camino Creo que Szyszlo marcó los inicios de muchos jóvenes de tu generación que lo admiraron mucho. Inclusive hay quienes quieren trazar -erróneamente en mi opinión- un paralelo entre tú y él a pesar de tiempos y aproximaciones al arte tan disímiles.
En la época de la Escuela trabajé muy cerca a Szyszlo por un tiempo, en el sentido del uso del claroscuro, la textura acrílica y las veladuras. Había definitivamente una atmósfera y una manera de entender la pintura que me emparentaba con él, pero como dices, nuestros procesos van por caminos muy diferentes, quizás opuestos. Él es un pintor que profundiza en lo que conoce, como dice MVLL, y yo mas bien cambio conforme se desarrolla mi proceso. Otro asunto central que nos diferencia es el modo de entender el trabajo que tiene cada uno. Él decía que nunca lograba el cuadro que estaba buscando, que sus pinturas eran el despojo y los restos de una batalla. A mi me sucede otra cosa respecto a mi pintura; los cuadros los termino con una sensación de logro. La duda y el proceso empiezan en el siguiente bastidor que pongo frente a mi. Es uno el que cambia y la pintura cambia con uno.
No había salido del Perú y de lo que conocía Szyszlo me parecía el mejor pintor. Además, era mi maestro y era una persona fascinante. En el 1977 me voy a Nueva York por primera vez. En el año 1979 vuelvo a salir de Lima, esta vez un viaje haciendo autostop por un año en Europa y Egipto. Empiezo a ver otras cosas y tengo un encuentro con Giotto en la Capilla de la Arena en Padua que cambia radicalmente mi comprensión de la pintura y transforma mi trabajo. La iluminación que era focal desde un ángulo superior de la pintura para efectos del claroscuro se vuelve una iluminación frontal que llega a la totalidad de la superficie de la pintura de manera pareja. El color aparece, las formas se definen, el lenguaje se hace mas directo. Han pasado casi 50 años y ese diálogo con la pintura mural italiana del Prerrenacimiento sigue con muchísima intensidad y podría decir que hoy en día es mi principal referencia. Todos los años pasamos un par de meses en el norte de Italia en una especie de peregrinaje.
-Creo que fue un acierto marcharte a Nueva York cuando era el centro mundial del arte. La permanencia en Lima para un artista que inicia su etapa media -digamos los 40 años- puede ser tóxica porque se le presentan dos alternativas: acomodarse al medio o dedicarse a otra cosa. Son muy pocos los que superan esa etapa crítica en nuestro medio.
Lima es una ciudad muy pequeña en términos de lo que se puede ver de pintura, pocas galerías, pocos museos y una argolla también pequeña que funciona como si estuviesen en el centro del universo. Piensa en que un alumno de Arte jamás verá un Cezanne o un Picasso durante toda su formación. Yo tenía muy claro que tenía que salir y quedarme todo el tiempo que fuese necesario afuera. Quería trabajar en una ciudad donde pudiese ver pintura y tener un dialogo permanente con la Historia del Arte y con mis contemporáneos. Sabía que Lima no me podía ofrecer eso. Me quedé afuera mas de 20 años y volví cuando supe que tenia dentro de mi, incorporado a mi modo de ser y a mi comprensión de la pintura, todo lo que había visto. El diálogo con la obra de otros artistas que me interesan no tiene límites ni esta definido por fronteras. Viajo mucho a seguir viendo pintura, es una manera de vivir. Del Perú, mi país y de Lima mi ciudad me interesa todo. Nos gusta mucho ir al Cusco, hacemos viajes con estadías largas y caminamos por todos los cerros en el Valle. Lima la encuentro fascinante y muchas veces nuestros paseos de domingo son ir al Centro de la ciudad. Yo he crecido en una época cuando se iba al Jirón de La Unión a tomar helados a la Botica Francesa. Hay con el país una sensación de pertenencia que nunca he podido replicar en el exterior.
-Nueva York te aportó muchísimo como artista. No sólo por los museos o galerías a tu alcance sino por la tradición de la gran pintura norteamericana de mediados del siglo XX. Allí pasaste de la abstracción a la no figuración, del claroscuro al estallido del color. Eran obras que prescindían de todo aspecto narrativo tal como ordenaba el modernismo de la época.
Se podía ver todo, en las galerías y en los museos. También fue importante para mi la década de los 80´s cuando la pintura regresa a Nueva York con fuerza. Llega la Transvanguardia, los Nuevos Expresionistas, los Nuevos Salvajes. El SOHO se llenó de cuadros de dimensiones heroicas; la pintura estaba de fiesta. Pero además estaba todo, Jasper Johns, Rauschenberg, los Pop, Cy Twombly, todo lo que quisieses ver todo el tiempo. Entonces siempre estábamos mirando; la formación que tuvimos como pintores fue magnífica. Y, claro, ese es el diálogo que uno mantiene, a ese nivel, con esa gente y con la Historia del Arte. Esos son los referentes. Ya no se baja de ahí.
-Los hitos de los años 50 en adelante marcaron inevitablemente tu obra en los 80. Aun hoy esa pintura mantiene un extraordinario vigor que hace imposible la indiferencia. Hay huellas de ellos, más que todos De Kooning y especialmente algunos cuadros de Diebenkorn, quien a su vez, como tú y muchos más, rinden tributo a Matisse.
Hubo una época en la que miré mucho a Diebenkorn y quizás entró a mi trabajo en algún momento de los 90´s a través del tratamiento del color y la superficie, una paleta mas silenciosa. Siempre pensé que lo que nos acercaba era la fascinación que teníamos los dos de la pintura de Matisse, como mencionas. De de Kooning me interesa todo, es un pintor que cambió mucho y de manera permanente. Esa idea del proceso que no deja de suceder me interesó mucho. Acuérdate que la Lima de mis años de estudiante cambiar era un pecado y la exigencia del medio era que definieras tu estilo y que te quedes en eso. Nunca me sentí cómodo en esa manera de entender la pintura.
-Esas obras fueron respaldadas por grandes críticos de la época, -Greenberg, Rosenberg, y Thomas B. Hess- quienes desarrollaron un marco teórico en torno a la nueva pintura. ¿influyeron en algo sus prédicas durante tu estadía norteamericana o fue una conjunción entre lo visto de la historia del arte en museos y la ebullición de Manhattan?
Mas lo segundo que mencionas. Claro, los leí a todos y me interesaron sus posturas pero yo soy pintor y mi comprensión es a través de la mirada sobre la pintura de otros. Trabajé mucho y vi mucha pintura, entonces era un diálogo incesante con lo que veía. Se fue organizando en mi una narrativa que pretende estar en una continuidad de la pintura occidental. Como te comento lo que estoy viendo mas en estos tiempos es la pintura mural, los frescos del Giotto, Piero della Francesca, Fra Angelico y otros.
–Regresaste a Lima con mucho reconocimiento pero ignoro cuanto te costó reinsertarte al medio. Era evidente que ya te habías abierto una posición en Estados Unidos y el mercado limeño no era lo suficientemente amplio para un pintor con tu experiencia.
En la década de los 90´s empiezo a venir mas a Lima. Nunca había dejado de exponer acá entonces la inserción fue mas bien personal que de mi trabajo. Yo seguía con un ritmo anual de exposiciones en USA y Latinoamerica bastante activo entonces Lima era solo parte de mi actividad profesional. Cuando me regreso de manera definitiva, cuando mudo mis cuadros y mi biblioteca, en el año 2001, sabía perfectamente a lo que venía. Había tenido la muestra retrospectiva en el año 1998 en el MALI, y tenía muy claro lo bueno, lo malo y lo feo del mundo del arte en Lima. Nada ha cambiado mucho, son los mismos personajes que manejan los hilos de la movida artística. No tiene mucho interés para mi.
–En las obras de los últimos lustros la narración se reincorpora como ocurrió con todo lo hecho a partir de la posmodernidad. Lo “literario” en la pintura adquiere de nuevo valor y deja de ser estigmatizado. Hay un cuadro tuyo en el Museo de Arte de San Marcos donde todo resulta más explícito – y siniestro- pesar de su complejidad. Es un cuadro que se puede “leer”.
Me he demorado décadas en entender y aceptar que cuento historias, pero éstas aparecen al final del proceso de cada pintura. Es decir no empiezo a pintar con la expresa voluntad de decir algo. Sigo siendo muy abstracto expresionista en el inicio y el proceso del cuadro. En algún momento, generalmente en la etapa final, las formas se organizan en el espacio de la tela y podemos leer algo. Soy él primero que lo ve y el primer sorprendido. Lo dejo ser y cada espectador encontrará lo suyo.
–Te has demorado 8 años en hacer esa gran exposición. De hecho es la más importante que ha presentado el MAC en los últimos años. Con tu muestra Pedro Pablo Alayza hace un magnífico ingreso como director del MAC. “El buen lugar” coincide con tu última paternidad. Ignoro cuanto ha influido ser nuevamente padre, pero en estos cuadros hay el estallido de la alegría, el color audaz de Matisse y la sugerencia de espacio arquitectónicos –deconstruidos- que posiblemente sean la memoria de tus estudios iniciales.
Empiezo este grupo de cuadros a un par de años de cumplir los 70 y cuando termino los primeros 16, por que sigo pintando en este formato, he cumplido 50 años de pintor. Es inevitable pensar que ha existido una revisión y reflexión acerca de mi proceso y mi lenguaje. El taller y la casa comparten el mismo espacio entonces la familia es parte de todo, quizás hasta son algunos de los personajes en los cuadros. Cuando preparas 16 bastidores de 3 x 5 metros y no tienes exposiciones planeadas, ni agenda alguna aparte de pintar, transitas en el espacio libre de la creación. Las pinturas me toman en promedio medio año cada una. Todo esto me permite suceder como pintor sin interrupciones de la movida artistica o la presión del mundo comercial. En estos tiempo de tanto apuro es muy bueno retirarse de vez en cuando.
Como a pesar de todo existe la justicia divina cuando acabo el cuadro número 16 viene alguien y me cuenta que el nuevo director del MAC es Pedro Pablo Alayza a quien quiero y respeto y con quien habiamos hecho la Retrospectiva en el MALI y una antológica en el ICPNA. A partir de ahí todo fluye y las 16 pintura – y los 8 años de trabajo – encuentran su lugar en la sala 3 del MAC, que es probablemente uno de las mejores espacios de exposición en Latinoamerica. El equipo del MAC es de muy alto nivel y apuntan a la perfección. Qué más se puede pedir….
-Es un placer recorrer tu muestra. Además de ver una excelente pintura, formatos que permiten ingresar al espacio ilusorio que has creado, y un planteamiento museográfico excepcional, la exposición permite apreciar tus inquietudes durante estos ocho años. Desde “El abismo” (2017) a “La ofrenda (Salomé)” del 2023, hay un recorrido que hace conocerte mejor.
A mi me interesa mucho La ofrenda. (Salomé). Es la pintura donde sucede “algo mas”, donde se adquiere nuevo lenguaje y se expande el horizonte. Es mi nuevo techo, como lo fue por mucho tiempo Lo que va a venir ( 2006) 300 x 720 cm, que es el trìptico que doné a la colección permanente del IAC y que está ahora en exhibición en otra de las salas del MAC.
Hay momentos en los que uno reconoce el lugar adonde has llegado con una obra en particular. Claro que esto no se puede decidir a priori, uno tan solo trabaja con todo lo que uno es y a veces se alinean las estrellas y aparece algo que está bien.