Donald Trump supo capitalizar la desesperación y el miedo de la clase trabajadora industrial estadounidense en la última contienda electoral. Su triunfo categórico reveló que la inflación y la ola de inmigrantes eran los temas clave para derrotar a la actual vicepresidenta, Kamala Harris, quien, además, no pudo evitar verse impactada por el alto índice de insatisfacción con la gestión del presidente Joe Biden. Esa percepción se vio reflejada desde el año pasado en algunas encuestas que mostraron indicadores inquietantes para los demócratas, pues más del 70 % de los norteamericanos sentían que el país iba en la dirección equivocada. Un escenario que se hizo muy complicado de revertir. La prueba está en los resultados del 8 de noviembre; allí se puede apreciar claramente el imaginario de muchos norteamericanos: un imaginario preocupante.
Esa preocupación transita por el resultado tan concluyente de Donald Trump sobre Kamala Harris y lo que representan esos números en cuanto al desenlace de la contienda electoral: Trump obtuvo 312 votos de los colegios electorales y Harris solo alcanzó 226 votos. Las predicciones sobre un resultado apretado quedaron al final como narraciones de fantasía. La verdad es que el genuino sentir de la mayoría estadounidense apunta solo a la salud de la economía —castigada por la inflación— y a evitar que sigan ingresando más inmigrantes de forma irregular a su país. Y esos dos temas fueron las banderas de Trump.
Otras propuestas, como la defensa de la democracia, la protección del derecho al aborto, la restricción de las armas, la lucha contra el cambio climático, la inversión en energías limpias o los derechos civiles de la comunidad LGTB+, son asuntos que no forman parte de las prioridades o intereses de la mayoría electoral que ha ungido a Donald Trump nuevamente como presidente del país más poderoso del mundo. Esa es la realidad.
Es más, a este universo electoral ni siquiera le han importado las innumerables condenas que pesan contra Trump y los juicios que todavía siguen pendientes en su contra: juicios sobre acusaciones muy serias, como el caso federal sobre presunta interferencia electoral, en el que se menciona el asalto al Capitolio el 6 de enero del 2021, o el caso por presunta interferencia electoral en el condado de Fulton, Georgia, donde intentó manipular los resultados en las elecciones del año 2020. A eso hay que sumarle dos juicios más: el caso estatal relacionado con el soborno a la actriz porno Stephanie Cliffords (Stormy Daniels), que incluyó falsificación de registros contables para no afectar la campaña de 2016; y el caso de los documentos clasificados que se llevó a Mar-a-Lago, su mansión en Palm Beach, Florida. Teóricamente, son juicios lo suficientemente graves para no elegirlo nunca. Pero, existe un trasfondo en el tejido social estadounidense particular e inquietante.
Quiénes votaron por Donald Trump
En este contexto político, es esencial describir al grueso del electorado que ha apoyado a Trump en estas últimas elecciones y aproximarnos un poco a su forma de pensar. En principio, es una clase trabajadora poco educada y conservadora que ha perdido sus trabajos o que teme perderlos; por eso también existe preocupación en estos sectores respecto al tema económico. Aquí, la inflación es el aspecto conflictivo; durante 2022 llegó al 9,1 %, pero para este año 2024 Joe Biden logró bajarla al 2,4 %. Sin embargo, a pesar de esta disminución ostensible de la inflación, los precios de diversos productos económicos no han experimentado una reducción. Un detalle clave.
A esto se complementa la inmigración no controlada y la presencia de un tipo de delincuencia foránea que ha perturbado la tranquilidad de varios estados norteamericanos. Un problema que atacó directamente a Kamala Harris, pues, como vicepresidenta, tenía como objetivo abordar el problema de la inmigración ilegal. No lo hizo, al menos no de manera efectiva y evidente.
Lo que tampoco hizo Kamala Harris fue preparar una retórica potente sobre estos dos temas centrales en su campaña para el imaginario promedio estadounidense: la economía y el problema de la inmigración ilegal. Se preocupó mucho por golpear a Trump, pero no por conseguir un discurso persuasivo en el elector pendular o indeciso que también tenía las mismas angustias sobre su vida financiera y la seguridad ciudadana que el elector afín a Trump. Incluso Harris cedió terreno en los llamados ‘swing states’ con la población latina y afroamericana; sectores que han sentido con mucha fuerza las consecuencias de la inflación. Ellos han preferido, en número considerable, la opción de Donald Trump.
Y es que Trump, a pesar de mentir, difamar, ser ofensivo o ser vulgar, sabía que ese estadounidense promedio necesitaba respuestas claras y prometedoras sobre su destino económico y bienestar material. Allí centró todas sus fuerzas junto con el tema de la seguridad y la demonización de los inmigrantes. Consciente del desencanto económico y del miedo, instrumentalizó todas las aparentes debilidades de la administración Biden para dejar sin piso a Harris en los ‘swing states’ y retornar nuevamente a la Casa Blanca. Jugó sucio; sí, pero eso era previsible.
El 20 de enero, Donald Trump asumirá el mando; muchas cosas cambiarán dentro de su país y en el exterior. Para comenzar, es muy probable que los republicanos logren la mayoría en la Cámara de Representantes. Con el Senado tampoco hay preocupación: ya ganaron la mayoría. Trump tendrá un poder mayor en comparación con lo que fue su primera gestión, pues también contará con una Corte Suprema conservadora a su favor. Así, todas las iniciativas progresistas en aspectos sociales quedarán neutralizadas o saldrán de la agenda del gobierno: protección del derecho al aborto, compromiso con el cambio climático o avances en cuanto a los derechos civiles de la comunidad LGBTQ+. Los vientos cambiarán radicalmente.
En cuanto a política internacional, los cambios también serán radicales: el conflicto entre Rusia y Ucrania posiblemente tenga un final que contravenga el reciente rol de Estados Unidos con sus aliados de la OTAN, y se niegue a seguir brindando ayuda militar a los ucranianos. Lo más probable es que Trump obligue a Zelenski a firmar una paz con Putin, sacrificando territorio ucraniano reclamado por los rusos. Es lo que viene y más. Las consecuencias son de pronóstico reservado.