El Perú ha sido un laboratorio de análisis político. Mejor aún: una curiosidad. El mundo ha quedado impresionado de todo aquello que ha venido sucediendo en el país, y aun sucede, pandemia de por medio. No solo por el frecuente cambio de presidentes de la República, sino por su pronto enjuiciamiento y detención, y ahora mismo, por el atípico fenómeno de quien como Dina Boluarte cree que gobierna, aunque con el más amplio repudio popular. Un joven estudiante de ciencias políticas en cualquier lugar del mundo habría confirmado en la propia realidad, los sucesos que durante décadas estudiaron mentes privilegiadas desde el punto de vista teórico.
Pero eso es un lugar común, algo ya dicho. Hoy en día el tema es más desafiante: ¿cómo se sostiene Dina Boluarte en el gobierno, si su nivel de desaprobación roza el margen de error estadístico de las encuestas de opinión? Para ser explícitos: noventa y cuatro de cien peruanos la repudian; o, lo que es lo mismo, únicamente seis la reconocen. Es verdad, sin embargo, que un gobierno no se sostiene por encuestas ni la democracia se sustenta en dicho mecanismo; pero el nivel de deterioro de Dina Boluarte ha llegado a constituir un verdadero reto al sistema.
Debe haber varias respuestas, pero hay una que pareciera explicar el peculiar fenómeno: los poderes facticos. Dicho en palabras simples: el gobierno actual se sostiene porque así lo han decidido quienes ejercen realmente el poder en el Perú, al margen del pueblo ciertamente. Una alianza sobreentendida (o convenida) entre el poder económico (los grandes grupos empresariales), el poder militar (los altos mandos de las Fuerzas Armadas), el poder mediático (las corporaciones relevantes de los medios de comunicación que influyen en la opinión pública) y la desprestigiada (pero necesaria) clase política, principalmente reunida en el Congreso, son las fuerzas que hacen que se sostenga lo insostenible, que no se caiga aquello que teóricamente ya debió caerse.
La otra pregunta, que cae de madura es ¿por qué lo hacen? Pues, todo parece indicar que la nada en la cual está actualmente el país, les conviene más o simplemente la prefieren ante cualquier exabrupto.
¿Alguien ha escuchado en el Perú alguna idea o planteamiento acerca de qué educación se requiere para la viabilidad futura del país, al margen del beneficio de las mafias ya identificadas y la simpleza del lenguaje de género? ¿Se ha dicho algo acerca de nuestra visión de futuro, de cómo quisiéramos que sea el Perú durante las próximas décadas? ¿Se ha abierto discusión alguna acerca de cómo diseñar políticas públicas sobre salud, seguridad, trabajo? Es evidente que al gobierno de Dina Boluarte nada de esto le preocupa, salvo durar hasta el 2026; lo cual a estas alturas no resulta claro.
Lo que sí resulta preocupante es que quienes ejercen el poder realmente (los poderes facticos), tampoco se pregunten sobre tales temas. ¿O es que acaso quieren un páramo, un país equivalente a la nada, que es donde ahora estamos?
Hasta que llegue el momento de las definiciones.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático