Arequipa es mi refugio. La imagino como el lugar en el que pudiera retirarme a contemplar el paisaje, las distintas épocas de la arquitectura que la ciudad contiene, su centro histórico, Yanahuara o los años 50 en Vallecito hasta las nuevas construcciones que evidencian su empuje. Sin embargo, a pesar de ser la segunda región más rica del país, no hay una sola galería comercial que permita que los artistas puedan sobrevivir de sus ventas.
En la ciudad hay pintores, fotógrafos, etc. muy talentosos pero los coleccionistas son muy austeros a pesar de que, con la expansión de la ciudad, el consumo de arte puede haberse incrementado… a precios locales.
En estos tiempos de conexión global, el arte arequipeño me resulta saludablemente endogámico, lejos del adocenamiento, paradójicamente universal. Hay una visión propia que los distancia de Lima o Trujillo, Cusco o Cajamarca. La mirada de sus creadores es única y nunca se repetirá en otra parte del Perú.
Arequipa puede ser un paraíso, pero siempre recuerdo la letanía de Umberto Eco, cuando repetía que el cielo no es más que el infierno visto desde la otra orilla.
RICARDO CÓRDOVA
Hacemos esta larga introducción a propósito de la muestra de Ricardo Córdova (1961) en La Galería. Se trata de uno de los pintores más emblemáticos del Sur. Insistimos en su procedencia porque los tiempos han cambiado. En los años 80 organicé una exposición de artistas arequipeños y protestaron por haber anunciado su origen. Hoy es un privilegio venir de allí con una obra de marcada identidad, totalmente ajena a las modas del mercado local.
Córdova es un pintor, de amplísima trayectoria, con numerosas exposiciones en Lima. En su muestra anterior presentó una serie de abstracciones, algunas de las cuales partían de la digitalización arquitectónica. Es parte de su permanente intención de replantear su trabajo y evitar el anquilosamiento. No lo necesita. Es un hombre de oficio privilegiado y una cultura que le permite crear a partir de su amplia experiencia vital. Eso se pudo apreciar en la retrospectiva de 2023 que intenté traer infructuosamente a la Municipalidad de Miraflores.
Durante más de 30 años el artista se ha dedicado a la enseñanza, en la misma universidad donde hizo su maestría y su doctorado. Hoy, cuando ha concluido con esta tarea, se evidencia una reflexión donde deja de lado indagaciones anteriores para regresar a los orígenes: la luz, la arquitectura, y, finalmente, el cuerpo humano, tan extraño a su pintura anterior.
Además acude a la historia y hurga en Hopper y en Vermeer. Ubica a los personajes del pasado en medio de ambientes solo posibles de encontrar en Arequipa. Y las mujeres cubiertas… y el estorbo el pudor. Los desnudos se imponían para potenciar el conjunto y darle una connotación que Córdova deberá evaluar para próximas presentaciones.
La exposición contiene trabajos notables en los que predominan interiores bañados por la iluminación que se filtra por puertas y ventanas. Hay además un privilegio por esa espacialidad que deja ver en el exterior un paisaje amenazador, que no es más que una cita al expresionismo abstracto, que ahora luce en un segundo plano.
Hoy los cuadros son inusualmente grandes. Son obras que pueden llegar a los dos metros de ancho y lucen el resumen final de sus especulaciones en torno a la abstracción. Es el cierre de una etapa y el inicio de otra donde ha consolidado una admirable madurez. Hoy todo es más apacible, más seguro y menos dedicado a buscar el espejismo de eso nuevo que hace tiempo dejó de existir.
Los amplios formatos además permiten que nuestra imaginación se desboque y penetremos en esos interiores melancólicos cortados por la luz, mientras que el exterior es un siniestro laberinto que nos retiene adentro. Pudiera ser una metáfora de vivir en Arequipa, pero el deseo de permanecer enclaustrado, el ocultamiento ante lo real que nos espera afuera, se reitera de distintos modos en cualquier lugar que habitemos.
Desde el 14 de agosto hay una gran exposición.
ALERTA: CONCURSOS DEBATIBLES
El ICPNA ha convocado a su concurso anual con unas bases en las que reitera los errores que condujeron al fracaso de las versiones anteriores.
Los que deseen participar deberán pasar por el filtro de un curador omnímodo que deberá decidir quiénes irán a la segunda etapa. Lo considero una falta de respeto. Una persona, con su carga de subjetividad, no puede por sí sola determinar quiénes serán los seleccionados de un concurso que se pretende importante. A esto debe añadirse un debatible jurado secreto.
Los promotores del concurso aparentan ignorar que el éxito de un evento depende exclusivamente de los participantes. Por eso queda ver si rechazados, como Antonio Páucar, Verónica Luyo, Álvaro Icaza y otros grandes nombres, volverán a participar.
El MUCEN, del Banco Central de Reservas, ha publicado las bases de su nuevo concurso de pintura, precisando esta vez lo que consideran dentro de esta categoría: óleo, acrílico y acuarela, así como técnicas mixtas (collage, acrílico con texturas, transferencias, técnicas de grabado, fotografía intervenida, pintura con esmaltes y barnices, bordado, el uso de hilos, lana, textiles, entre otras (?).
Lo que no explica el MUCEN cómo un jurado puede seleccionar la mejor obra entre tantas técnicas disimiles. Cabe lamentar además que este concurso, ahora multidisciplinario, haya dejado de premiar el tradicional quehacer pictórico del Perú.
ENIGMA
Son inexplicables las razones por las cuales se mantienen en secreto los nombres del curador y del jurado en los concursos limeños. He consultado con una de las organizadoras y sostiene que se trata de garantizar la imparcialidad del evento. Esto es un disparate. Un concursante tiene el derecho de saber quién calificará su obra antes de presentarla. Antes, los artistas solían abstenerse de participar o protestar por estos dislates que constituyen una falta de respeto. Hoy, como ocurre en todo el Perú, se prefiere mantener silencio. Un deplorable letargo.