Los latinoamericanos seguimos causando sonrisas en el mundo entero. Un ciudadano medianamente informado de cualquier lugar del planeta, solamente imaginándose a Milei y a Antauro Humala no debe dejar de sonreír. Pero antes, un preámbulo de esa suerte de comediantes mediocres que caracteriza a nuestros políticos: el caso del golpe de Estado en Bolivia. A un general se le ocurrió ordenar que una vieja tanqueta derribara la vetusta puerta del palacio presidencial. Lo hizo además al momento del almuerzo, la hora más inapropiada. Todo quedó en nada, o, mejor dicho, en una pantomima: resulta que el general declaró que el presidente Luis Arce, de Bolivia, le pidió el alzamiento para aumentar su popularidad. Una parodia con rasgos de tragicomedia semejante a la que el expresidente Pedro Castillo quiso hacer en el Perú.
El reconocido intelectual colombiano, Carlos Granés, escribió el libro “Delirio Americano”. Un auténtico homenaje a la inteligencia de los líderes políticos, artistas y pensadores latinoamericanos de otros tiempos. Granés exalta la creatividad, la espontaneidad, la sensibilidad de los grandes hombres de esos momentos; y para definirlos utiliza la palabra delirio como sinónimo de locura creativa. Los latinoamericanos ya éramos “locos”, pero creativos, no chabacanos.
Javier Milei, el actual presidente de Argentina, elegido mayoritariamente por su pueblo, es hoy en día una de las figuras mundiales más conocidas. Inteligente, culto, mordaz, tiene características que lo distinguen: no se peina y habla con groserías. Ante cualquier auditorio y sin tapujos, manda a la “mierda” a cualquiera y su lema es “viva la libertad, carajo”. Hizo historia cuando identificó al Papa Francisco como “el maligno”, hasta que el Pontífice, sin palabras, solo con gestos, en su sencilla silla de ruedas, lo fue a buscar y a Milei no le quedó otra que arrodillarse y pedirle permiso para darle un beso.
Milei es un declarado anarquista. Hay un par de conceptos que repite permanentemente y que producen miedo: los impuestos son un robo ordenado por un Estado al cual hay que exterminar, es la primera; y eso de la “justicia social” no es más que un embuste creado por los fracasados, es la otra.
No debiera ser muy difícil imaginar cuál será el curso de su gobierno en Argentina asentándose en esos principios. Todavía tiene amplio respaldo, debido al estrepitoso fracaso de los gobiernos anteriores. Pero su tesis puede resumirse en “arréglatelas tú, solo, y cómo puedas”. Negar la existencia del Estado es algo parecido a olvidarse de la civilización y de su historia para modelarlo. Eliminar la solidaridad humana es, también, olvidarse de uno de los grandes valores que ha movilizado al hombre en busca de su felicidad. La arenga esa de que “no existe sociedad, solo el individuo”, base de la cultura ultraliberal que practica Milei, es otra nefasta mentira.
Ahora terminemos en nuestra pequeñez: Antauro Humala. Solo un párrafo: un personaje que inspira temor solo porque dice sandeces, todas incoherentes y sin sentido, como que fusilará a los expresidentes del Perú (incluido si hermano Ollanta) porque han traicionado al pueblo, no merece ser tomado en serio. Solo reír.