Pareciera que el Perú se ha centrado en el tren de Porky, como le agrada que se le llame al alcalde de Lima, Rafael López Aliaga. Nada más equivocado, sin embargo. A un campesino de la sierra, cualquier comerciante del norte, o algún minero de los andes, una madre de familia del Cuzco o un ambulante de Arequipa, lo que les interesa es otra cosa. Si bien es cierto que trasladar, en su momento, a medio centenar de pasajeros en cada viaje de ida y vuelta de Lima a Chosica, y viceversa, es importante, no deja de ser más cierto que el tren aludido no es ni lejanamente un asunto de relevancia nacional. Hay que poner las cosas en su verdadera dimensión: el tren de Porky ha llamado la atención de la menudencia política, pero nada más.
La inmensa mayoría ciudadana lo que necesita es resolver sus problemas, y que el Estado la ayude a hacerlo. No que lo haga por ella. Y para eso requiere que ese Estado le asegure su vida, o sea, que no la vayan a matar; le garantice justicia, es decir, que no sea víctima de ningún abuso; y que le permita tener acceso a servicios elementales como agua, luz y desagüe, e infraestructura, tales como pistas, veredas, alumbrado público y carreteras. A estas alturas del deterioro nacional, la gente ya no le exige al Estado trabajo ni que le aumenten el sueldo.
Ahora bien, el Gobierno (léase el Poder Ejecutivo) no garantiza la seguridad sino todo lo contrario, por eso hay más muertos cada día. Tampoco ofrece una justicia aceptable: ahora mismo hay un disparatado enfrentamiento entre varias entidades del sistema institucional, en el que no se sabe quién es Fiscal de la Nación, y si será válido o no, el pronunciamiento de quien tenga que resolver la absurda controversia. El Congreso, el otro Poder del Estado, por otra parte, disputa si es que es más insignificante o más dañino. No hay leyes significativas, salvo las del propio beneficio. Todo esto, además, en una sobrentendida (y bochornosa) alianza entre la izquierda y la derecha en el mismo Parlamento. La mejor prueba del pacto entre el Gobierno y el Congreso se manifiesta en las leyes que ambos aprueban en resguardo de sus intereses, sin atender los requerimientos de la gente. Por eso mismo es que los grupos políticos que están representados en el Legislativo, quieren seguir estándolo, sin que haya otros.
Rafael López Aliaga, a propósito del tren de cercanías de Lima, agravia al ministro de Transportes, pero el partido del mismo Porky, Renovación Popular, apoya al Gobierno sin ninguna oposición. Si se advierte que los movimientos políticos de Keiko Fujimori, Vladimir Cerrón, López Aliaga y César Acuña, también coinciden en sus votaciones parlamentarias, el círculo queda perfectamente cerrado. Nadie más entra.
Entonces, fluyen preguntas: ¿dónde está el adversario en las próximas elecciones?, ¿cuál es el movimiento político, sin presencia en el actual Congreso, que representa a los caviares, que son, según sostienen todos los grupos parlamentarios y el Gobierno, los causantes de los grandes males peruanos.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático.