Mientras las calles en el Perú se siguen calentando lentamente, la clase política empieza a hacer sus clásicos cálculos electorales. No se trata de una apuesta; tampoco es una adivinanza. La pregunta de si cae el gobierno de Dina Boluarte surge del desconcierto político: una especie de estado de ánimo nacional.
El hartazgo de la gente es evidente y sus reclamaciones previsibles. Hay mucho para protestar ante un gobierno que no ha hecho literalmente nada. Y eso revela, sobre todo, si se tienen en cuenta los enormes problemas que existen. Dina Boluarte es un accidente de la política peruana. Llegó donde está por un mandato constitucional, consecuencia del estúpido intento, felizmente fallido, de Pedro Castillo, su compañero en la fórmula presidencial, de convertir al Perú en una dictadura.
Consciente de su precariedad institucional –recordémoslo– Dina Boluarte, al asumir la presidencia de la República, propuso un adelanto de las elecciones para iniciar una transición ordenada. No nos olvidemos: el Congreso aceptó la propuesta. La discusión en ese momento era de fechas, no de la decisión de dejar el poder. Hagamos memoria: el clamor ciudadano era que se vayan todos. Sin embargo, algo cambió y, súbitamente, decidieron quedarse todos. Se produjo entonces el denominado estallido social, la muerte de medio centenar de compatriotas y el pacto entre el Ejecutivo y el Legislativo (que se evidenciaría en el tiempo) para seguir gobernando el país.
Están por cumplirse dos años de aquellos hechos y lo que se ha logrado es que ambas partes, Dina Boluarte y su entorno, por un lado, y los grupos políticos que en el Parlamento la han sostenido, de otro lado, sigan ejerciendo el poder sin ningún norte y sin control alguno. Todo esto –hay que destacarlo– a costa de incumplir la promesa de irse y empezar de nuevo.
Pues bien, ahora que han empezado a acortarse los plazos y las elecciones se avecinan, los movimientos políticos comienzan a tomar distancia y en una clásica maniobra oportunista, hablan de vacancia presidencial. Los mismos que en un inicio aceptaron el adelanto electoral, y luego se apertrecharon en el poder para sostener al actual gobierno, son los que han comenzado a ventilar públicamente el desalojo de Dina Boluarte. Creen que dicha medida los diferenciará del repudio a Dina Boluarte, que resulta siendo el mismo que el de ellos.
Si algo debe quedar claro es que este tiempo transcurrido ha sido el de la auténtica banalidad. Es increíble que, en un país de tantas necesidades, se hayan desperdiciado dos años inútilmente, mientras la gente pasa hambre, se queda sin trabajo, es extorsionada si es que no pierde la vida. Y esta situación, que subleva, tiene responsables: desde la presidenta Dina Boluarte hasta los grupos políticos que la vienen sosteniendo en el gobierno, por más que en algún momento decidan prescindir de ella.
Es probable que tan luego Dina Boluarte convoque a las elecciones generales, su permanencia en el poder resulte más incomoda de lo que ya es. En ese momento habrá que contestar la pregunta: ¿cae Dina?
*Abogado y fundador del Foro Democrático.