2025: Año del Desconcierto

Escribe: Fernando de la Flor Arbulú*

por Fernando de la Flor Arbulú
Fernando de la Flor Arbulú

Un cura avanza con dos sillas en la inmensidad de la basílica de San Pedro, en el Vaticano. De pronto, en una se sienta Donald Trump, el díscolo presidente norteamericano que, una vez iniciado su segundo mandato, se ha dedicado desde la Casa Blanca a sembrar desconcierto en el mundo con declaraciones altisonantes y conductas imprevisibles. En la otra silla aparece el abatido presidente Zelenski, de Ucrania. Hablan, en voz baja, de guerra y paz. A pocos metros yace el féretro del Papa Francisco, el último Pastor que irradió un amplio mensaje de humanismo cristiano.

La escena lo sintetiza todo: pocas veces un solo instante ha descrito tan bien el espíritu de un año: el 2025. Y es que no todos los años muere un Papa, ni surge un personaje tan impredecible como Donald Trump, que hace lo que dice que no haría y deja de hacer lo que aseguró que haría, al extremo de promover un radical cambio de paradigma mundial que se inicia con el abandono de sus aliados de la Unión Europea para terminar sembrando una interrogante desgarradora acerca de qué sucederá con la guerra que Rusia inició contra Ucrania.

El nuevo Pontífice, que eligió llamarse León XIV, está siendo testigo de estos acontecimientos. Todavía es temprano para pedirle que, honrando el legado de quien inspiró su nombre – León XIII- preparare una encíclica a la altura de la innovadora Rerum novarum, de manera tal de iluminar los inciertos tiempos actuales y por venir.  

Pero el año 2025 tiene más. Mucho más, y mucho de horror: Gaza fue escenario de un genocidio al pueblo palestino que el mundo observó con una mezcla de impotencia y complicidad. Una humanidad incapaz de frenar la barbarie, empieza a perder su sentido de civilización. Y los gobiernos del mundo occidental, teóricamente identificados con los valores de la vida y la libertad, solo dieron tímidos gestos formales, como reconocer al Estado Palestino, sin atender a la inmensa población desvalida, cuya única falta es pretender vivir en el lugar en el cual nació.

En medio de ese desalentador panorama, murió Mario Vargas Llosa, testigo y protagonista de una época en que la literatura aún podía dialogar con la política sin renunciar a su dignidad. Su partida simboliza el fin de una generación que creía en la palabra como instrumento de transformación.  

Mientras tanto, el Perú durante el año 2025 enfrentó singulares contradicciones: la condena a la cárcel a dos expresidentes, Martín Vizcarra y Pedro Castillo, y la irrelevancia del gobierno de Dina Boluarte, destituida en tiempo récord y sin que prácticamente nadie lo advirtiera. Ha sido sustituida por un joven e inexperto personaje        -José Jerí se llama- quien pareciera que no ha dimensionado que su principal responsabilidad es conducir un proceso electoral que amenaza con confirmar el célebre aforismo: que todo cambie para que todo siga igual.

Así, el año 2025 termina con una mezcla de duelo y desconcierto. Un año que no cierra con certezas, sino con la sensación de que el siglo XXI, transcurridos sus primeros veinticinco años, sigue buscando su propio relato, sin encontrarlo todavía.

*Abogado y fundador del Foro Democrático.

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