11 de setiembre: reflexiones

Escribe: Fernando de la Flor Arbulú *

por Fernando de la Flor Arbulú

El 11 de setiembre es una fecha que está grabada en la historia. El año 2001 (casi un cuarto de siglo ha pasado), se produjo el infame ataque terrorista que derribó las icónicas Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York. Más de tres mil personas inocentes perdieron la vida. Ciudadanos de a pie.

La consecuencia inmediata de dicho execrable atentado fue que uno de los derechos fundamentales de las personas, el de la libertad, cuando menos en el mundo occidental, se vio seriamente restringido. Como es natural inferir, el valor de la democracia misma también sufrió un desmedro. El tiempo se ha encargado de hacer visible dicho deterioro. Nuestra libertad individual quedó subordinada al concepto de la seguridad nacional. Dicho de otra manera, el Estado, por su calidad de tal, o sea, de titular exclusivo de la fuerza, ordenó invertir los valores: la libertad, incluyendo la propia intimidad personal, están supeditadas a la seguridad pública. La explicación encuentra su asidero en que el derecho de la comunidad, de los más, debe preferirse al libre albedrio de cada quien. Restrinjo mi libertad individual, o mi propia intimidad personal, en beneficio de la seguridad de todos, puede ser un buen raciocinio del fenómeno.

Este proceso ha ido tomando forma, perfeccionándose, con el tiempo y los adelantos tecnológicos. El mejor ejemplo que ilustra este cambio sustantivo es el de la seguridad en los aeropuertos de todo el mundo. Después del atentado terrorista del denominado 11-S, no hay viajero que pueda negarse al más estricto control o severa revisión personal para abordar un avión. No solamente se trata de chequear el equipaje que lleva o tiene, sin lugar a reclamo, excepción o impedimento alguno, La restricción a nuestro derecho a la libertad personal es notorio: la seguridad prima, sin ninguna duda.

El tiempo se ha encargado asimismo de darle forma, sutilmente, a la limitación de nuestra intimidad. Hoy en día, no hay ciudad que no tenga máquinas de grabación en cada esquina transitada, o equipos de filmación en los más diversos locales comerciales o sitios públicos, que graban permanentemente todas las incidencias que ocurran en sus inmediaciones. Y eso nos incluye a cada uno. Otra vez, la seguridad por encima de nuestra libertad personal o, mejor dicho, nuestra propia intimidad.

Ahora bien, si estamos en un sistema democrático en el que la libertad individual y la intimidad personal constituyen valores supremos consustanciales a su naturaleza, cómo así se nos restringen tales derechos, al extremo de haberlos constreñido, sin habérsenos consultado, es una buena pregunta. La respuesta está dicha: el derecho de los más se prefiere al individual. Son las reglas de la convivencia en sociedad.

De manera pues, que recordar el 11 de setiembre no es solo un lamento por la atrocidad que representó la muerte de gente inocente e indefensa, sino, con el paso de los veinticuatro años transcurridos, una conveniente reconstrucción de cómo, con indiscutible discreción, hemos aceptado recortar nuestra libertad individual, restringiendo también el respeto de nuestra intimidad personal.

Sí, el tiempo se encarga de reordenar las cosas.

*Abogado y fundador del original Foro Democrático.

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