En el retrato, Jimena Lindo parece en pausa, pero por dentro todo sigue en movimiento. A casi tres décadas de aquel debut en 1996, siente que su oficio es puro tránsito: “Nunca llegas a ningún puerto, los puertos abren nuevos destinos”. A la Jimena de los 90 le diría que respire más, que tenga paciencia y se abrace fuerte, porque durante años vivió a la defensiva, con la autoestima lastimada y la cabeza gobernada por pensamientos ajenos. El viaje a España fue un gran check vital, aunque no terminara en una película de Almodóvar. Luego llegaron la maternidad a los 33, las noches sin dormir y la certeza de que los 40 fueron la década reveladora: “Mi intensidad es mi oro; hay que aprender a esculpirla”. Hoy esa transformación se canaliza en JDL Producciones, en el proyecto Grandes Maestros y en sus talleres de actuación, donde propone algo simple y radical: “Deja de actuar y empieza a vivir la escena”. Compartir método, generar comunidad y honrar a quienes abrieron camino es, ahora, su papel principal.
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