Desde la clandestinidad, Vladimir Cerrón Rojas, exgobernador de Junín y fundador del partido Perú Libre, volvió al centro de la escena política. Lo hizo como suele hacerlo: sin intermediarios, desde sus redes sociales, y con una frase provocadora —“fórmula para la revancha”— acompañando la imagen de su plancha presidencial para las elecciones generales de 2026.
En esta, Cerrón encabeza la candidatura, seguido por el congresista Flavio Cruz Mamani como primer vicepresidente y Bertha Rojas, su madre y docente universitaria, como segunda vicepresidenta. La dupla, mezcla de lealtad partidaria y simbología familiar, busca dar una nueva vida a la agrupación que llevó a Pedro Castillo al poder en 2021 y que, desde entonces, intenta sobrevivir entre fracturas, juicios y fugas.
El anuncio llega pese a que el también médico cirujano permanece prófugo de la justicia desde octubre de 2023, tras ordenarse su prisión preventiva por 24 meses en el marco de una investigación por presunto financiamiento ilegal de campañas del partido Perú Libre.
Aunque en marzo de este año la Corte Suprema revocó la condena de tres años y seis meses de cárcel en su contra por un caso de corrupción cuando fue gobernador de Junín, Cerrón no regresó a la legalidad. Eligió mantenerse oculto, desde donde sigue enviando mensajes políticos y denunciando lo que considera una “persecución judicial”.
El movimiento Perú Libre, que alcanzó el poder con Castillo en 2021, busca así rearticularse tras una serie de fracturas internas y la pérdida de peso en el Congreso. Su bandera, sin embargo, sigue siendo la misma: el retorno al “gobierno del pueblo”, un discurso nacionalista con tintes de izquierda radical y un componente de confrontación con las élites limeñas.
La postulación de Cerrón ocurre, además, en un escenario de crisis institucional sostenida. La presidenta Dina Boluarte fue destituida por el Congreso hace tres semanas por “incapacidad moral” para frenar el avance del crimen organizado, dejando un vacío de poder y un clima político tenso que partidos como Perú Libre intentan capitalizar.
El anuncio de su candidatura marca así el retorno del cerronismo como fuerza electoral, en abierta confrontación con la justicia y el sistema político. Desde su escondite, Cerrón parece apostar nuevamente por la narrativa de la víctima perseguida, un rol que ya le funcionó antes.
En su mensaje, más que un desafío judicial, hay una provocación política: la “revancha” no solo contra sus adversarios, sino también contra un país que lo creyó fuera del juego.