Un nuevo hecho de sangre enluta al mundo de la música peruana. El salsero Johan Mora, de 28 años, y la bailarina Ariana Cañola, de 19, integrantes de la popular agrupación “La Timbera Orquesta”, fueron asesinados a balazos la madrugada del domingo en el asentamiento humano Francisco Bolognesi, en la conflictiva zona de Sarita Colonia, Callao.
Ambos artistas fueron trasladados de emergencia al Hospital Daniel Alcides Carrión, pero pese a los esfuerzos médicos, fallecieron horas después. El crimen, ejecutado por sicarios que los interceptaron tras una presentación musical, ha generado conmoción nacional y encendió nuevamente las alarmas sobre la violencia que golpea al sector artístico y al primer puerto del país.
Ataque tras una presentación musical
De acuerdo con fuentes policiales, Johan Mora y Ariana Cañola se habían presentado en un quinceañero pocas horas antes del ataque. Al retirarse del evento, fueron emboscados por sujetos armados que abrieron fuego contra ellos sin mediar palabra.
El violento ataque ocurrió en torno a la 1:30 de la madrugada, cuando el vehículo en el que se desplazaban fue interceptado en una esquina del A.H. Francisco Bolognesi. Testigos reportaron al menos diez disparos, y en la escena del crimen la Policía Nacional halló varios casquillos de bala de grueso calibre.
Las víctimas fueron auxiliadas por vecinos y llevadas al hospital más cercano, donde se confirmó su deceso pocas horas después. La noticia rápidamente se viralizó en redes sociales, donde colegas, fanáticos y agrupaciones musicales expresaron su indignación y dolor por lo ocurrido.
Extorsión o venganza: las hipótesis del crimen
Fuentes del Departamento de Investigación Criminal del Callao (Depincri) señalaron que entre las principales hipótesis del doble asesinato figuran una presunta extorsión o una venganza vinculada a amenazas previas.
El entorno de “La Timbera Orquesta” había recibido llamadas intimidatorias en las semanas anteriores, según revelaron allegados al grupo musical. Estas amenazas estarían relacionadas con el cobro de “cupos de seguridad” por parte de mafias locales que extorsionan a orquestas, promotores y dueños de locales de espectáculos.
En el Callao, la modalidad de extorsión contra artistas y empresarios del rubro musical se ha vuelto una práctica recurrente. Las bandas criminales exigen sumas de dinero a cambio de “permitir” que los grupos se presenten sin ser atacados.
“Hay fuertes indicios de que se trata de un ajuste de cuentas o un mensaje criminal hacia el sector”, afirmó una fuente policial. Las autoridades no descartan que los sicarios hayan actuado por encargo de una organización dedicada a este tipo de cobros ilegales.
El Callao, epicentro del sicariato musical
El Callao se ha convertido en uno de los escenarios más violentos del país. En los últimos meses, el sicariato ha cobrado víctimas no solo entre bandas rivales, sino también en sectores artísticos y empresariales.
El asesinato de Johan Mora y Ariana Cañola recuerda otros ataques recientes contra orquestas peruanas como Agua Marina, Armonía 10 y Los Claveles de la Cumbia, cuyos integrantes denunciaron amenazas de muerte y extorsiones para permitirles presentarse en determinadas zonas.
El fenómeno criminal se ha intensificado con la expansión de redes vinculadas al narcotráfico y la minería ilegal, que han encontrado en las extorsiones una fuente de financiamiento. Según reportes del Ministerio del Interior, el Callao concentra el 30 % de los casos de sicariato registrados en el país en lo que va del año 2025.
Las autoridades reconocen que la violencia ya no distingue entre rubros: empresarios, artistas y hasta comunicadores locales han sido blanco de atentados armados.
Luto en el ambiente musical
El crimen de Johan Mora y Ariana Cañola ha desatado una ola de indignación entre colegas y seguidores. A través de las redes sociales, decenas de artistas expresaron su pesar y exigieron justicia.
“No podemos seguir viviendo con miedo. Ser músico no debería costar la vida”, escribió en su cuenta oficial uno de los integrantes de “La Timbera Orquesta”. Otros grupos, como Zaperoko y You Salsa, también lamentaron el hecho y pidieron mayor protección para los artistas que se presentan en eventos populares.
Familiares de las víctimas llegaron hasta la morgue del Callao para exigir una investigación exhaustiva. “Ellos solo trabajaban, no hacían daño a nadie. Queremos justicia”, dijo entre lágrimas la madre de Ariana Cañola, quien iniciaba su carrera como bailarina profesional.
El Ministerio de Cultura, por su parte, expresó su solidaridad con los familiares de los artistas asesinados y exhortó a las autoridades a redoblar los esfuerzos en la lucha contra la violencia criminal.
Investigación en marcha y llamado a la acción
La Dirincri Callao y la Divincri Lima Norte están a cargo de las investigaciones. Hasta el momento, los agentes han recogido videos de cámaras de seguridad cercanas al lugar del ataque y declaraciones de testigos.
Fuentes policiales confirmaron que los atacantes se desplazaban en una motocicleta negra sin placa, y que uno de ellos vestía una gorra roja y portaba un arma automática. Los disparos fueron directos y certeros, lo que refuerza la hipótesis de un crimen por encargo.
El caso de Johan Mora y Ariana Cañola se suma a una preocupante lista de asesinatos cometidos por sicarios en el Callao en lo que va del año. Tan solo en septiembre se registraron 12 homicidios con características similares.
Autoridades locales han solicitado la declaratoria de emergencia en varios distritos chalacos, medida que permitiría reforzar la presencia policial y militar en zonas críticas. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos advierten que la respuesta no debe limitarse a la fuerza, sino incluir estrategias de prevención social y protección de artistas en contextos de vulnerabilidad.
Un país sitiado por la violencia
La muerte del salsero Johan Mora y de la bailarina Ariana Cañola es el reflejo de un país donde la inseguridad y el crimen organizado han desbordado las capacidades del Estado. El sicariato, que comenzó como una práctica aislada en zonas de narcotráfico, se ha expandido hasta el mundo del espectáculo y la vida cotidiana.
Cada atentado evidencia la fragilidad institucional y la necesidad urgente de una política integral de seguridad ciudadana. En medio del duelo, la sociedad peruana vuelve a preguntarse: ¿cuántas vidas más deberán perderse antes de recuperar la paz?