Hace unos días, en una entrevista que le hice a Tania Libertad (quien llegó a Lima e hizo dos maravillosos conciertos), hablamos de la situación tan parecida que viven México y Perú en estos tiempos violentos, al punto de que ella (en México), no responde llamadas de teléfonos desconocidos por miedo a las extorsiones de las que ya ha sido víctima. En medio de esta situación tan complicada, su único refugio es la música y el canto.
Y es verdad. Después de estos últimos días tan intensos que hemos vivido, hay que buscar refugios que nos alimenten el espíritu, sin olvidar la realidad por supuesto. Otro de ellos, además de la música, es el teatro, resistencia cultural, como dice Eduardo Adrianzén: “Es decir, mientras todo pasa, seguiremos haciendo teatro, audiovisuales, música, danza, y todas esas cosas que parecen surrealistas o marcianas en medio de la maldición china. Que, aunque suene raro, son una manera de luchar porque demuestran que estamos VIVOS y sacando lo mejor de la gente”.
Y justamente voy a hablar de una obra escrita por Adrianzén: Corazón de loba, una sátira sobre el mundo de la televisión, que él conoce tan bien y que, bajo la dirección de David Carrillo, protagonizan Ana Cecilia Natteri, Johanna San Miguel, y Andrea Luna, quienes caricaturizan con mucha gracia a tres actrices de distintas generaciones encasilladas en esos culebrones típicos de los 70. El personaje principal es la empleada de la casa que está en amores con el hijo de la patrona, que al parecer es su hermano, etc. etc. (no creo que sea un spoiler, porque así son todas esas novelas y en eso radica la burla).
Pero además de mostrarnos esas batallas de egos, traiciones y rivalidades entre las actrices, que sacan su lado más oscuro cuando creen tener la oportunidad de hacer un casting para una producción internacional, la obra intenta mostrar al monstruo por dentro, es decir esa televisión que no tiene ningún respeto ni empatía con sus actores, esa espada de Damocles que es el rating que si baja hará que sean descartadas; esa exigencia, sobre todo a las mujeres, de mantenerse siempre regias, porque sino serán reemplazadas por alguna actriz más joven, o en estos tiempos, por cualquier influencer que, aunque no tenga talento, tenga muchos seguidores. En medio de enredos, escenas y textos que arrancan carcajadas, también hay discursos que nos hacen reflexionar sobre estos temas.
Se burlan además de esa costumbre tan burda de hacer comerciales dentro de las telenovelas (peruanas) sin ningún respeto ni por el guión, ni por el público. No algo subliminal como suelen hacer en otros países, sino directamente un comercial dicho por algunos de los personajes de la historia, que obviamente malogra toda posibilidad de darle algo de naturalidad. Aunque ahora han encontrado otra fórmula: que los personajes como tales hagan el comercial, pero fuera de los diálogos del guión, que es menos invasivo, pero la pregunta, tal como se la hacen en la obra es ¿les pagan a los actores por hacer esa publicidad?
Finalmente, tocan el tema de los contratos leoninos. Cada vez que ellas tratan de defenderse de las amenazas de despido, diciendo que tienen un contrato, el ‘productor’, del que solo se escucha la voz, se ríe y les dice frases como “¿Y cuándo se han respetado los contratos?” o “¿Cuándo se ha resuelto un contrato a favor de un actor?”.
Solo quedan cuatro funciones en el Centro Cultural Peruano Japonés este viernes, sábado y domingo y el próximo viernes 24 de octubre. Vale la pena verla.