La historia política peruana acaba de sumar otro nombre a su lista de presidentes accidentales: José Enrique Jerí Oré, abogado limeño de 38 años, militante de Somos Perú, y hasta hace unos minutos presidente del Congreso de la República.
Con la vacancia de Dina Boluarte aprobada por unanimidad —124 votos a favor, 0 en contra, 0 abstenciones—, y tras fracasar el intento de censura a la mesa directiva que preside, Jerí asume la Presidencia por línea de sucesión, en medio de una tormenta política y personal.
Su carrera ha sido tan vertiginosa como polémica: ingresó al Congreso de manera accesoria, se convirtió en titular de la Comisión de Presupuesto, fue elegido presidente del Legislativo en julio pasado, y hoy aterriza en Palacio de Gobierno con un prontuario de denuncias, acusaciones archivadas y controversias que lo persiguen desde antes de llegar al poder.
Del joven militante de Somos Perú al poder del hemiciclo
Nacido en Lima el 13 de noviembre de 1986, Jerí se formó en la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Inca Garcilaso de la Vega, donde estudió Derecho.
Desde los años universitarios militó en Somos Perú, el partido fundado por el fallecido alcalde Alberto Andrade, en el que ocupó cargos de dirigencia juvenil.
Su salto político vino de la mano de la casualidad institucional: asumió la curul en reemplazo del inhabilitado Martín Vizcarra, quien no pudo jurar como congresista en 2021. Desde entonces, Jerí intentó construir un perfil moderado, pero su gestión pronto quedó marcada por los excesos de la política de transacción.
Como presidente de la Comisión de Presupuesto (2023-2024), Jerí cultivó relaciones con alcaldes, gobernadores y empresarios del rubro de obras públicas, redes que —según fuentes parlamentarias— le permitieron tejer el bloque que lo catapultó a la presidencia del Congreso el 26 de julio de 2025 con 79 votos y apoyo transversal de bancadas de derecha y centro.
Ese consenso, que se explicaba más por conveniencia que por ideología, lo convirtió en el hombre de los acuerdos prácticos en un Parlamento fragmentado.
Las sombras de su ascenso
Pero el nuevo presidente no llega libre de controversias.
En enero de 2025 fue denunciado por una mujer que lo acusó de violación sexual tras una reunión de Año Nuevo en Canta. El caso derivó en medidas de protección judicial, y un informe psicológico que hablaba de “impulsividad y conducta sexual patológica”.
Jerí negó los cargos y los calificó de “maniobra política”. En agosto de 2025, la Fiscalía Suprema archivó la investigación, pero el episodio dejó una marca imborrable. “Que un denunciado por violación presida el Congreso es una vergüenza nacional”, dijo entonces la congresista Susel Paredes.
Durante su paso por Presupuesto, una empresaria lo señaló además por presuntos cobros irregulares —una coima de 150 mil soles— para favorecer proyectos regionales.
La denuncia nunca prosperó judicialmente, pero la bancada Alianza para el Progreso (APP) exigió explicaciones y pidió levantar su secreto bancario.
Jerí negó los hechos y los atribuyó a “una operación mediática”, aunque el episodio fortaleció su fama de operador.
También enfrenta una investigación por desobediencia a la autoridad por presunto incumplimiento de medidas judiciales derivadas del caso civil de Canta.
Pese a ello, sus aliados del Congreso lo blindaron, argumentando que ninguna de las causas había concluido con condena.
Hace pocas horas, una nota de CARETAS dio cuenta de un sospechoso y millonario cambio en la contratación de los seguros médicos para trabajadores del Congreso. Esa historia recién empieza.
El hombre del consenso funcional
En el hemiciclo, Jerí se ha caracterizado por un discurso formalmente institucionalista, pero de fondo transaccional. Su elección como presidente del Congreso fue posible gracias al voto conjunto de Fuerza Popular, APP, Acción Popular, Avanza País, Perú Libre y Somos Perú —una coalición impensable en otro contexto.
Esa transversalidad pragmática lo convirtió en el vehículo perfecto de las bancadas que hoy controlan el Parlamento y que prefieren un presidente manejable a uno confrontacional.
Si algo une a los últimos jefes de Estado del Perú es la falta de legitimidad de origen.
Jerí asume con ese mismo lastre, agravado por sus antecedentes judiciales y la percepción pública de que el Parlamento ha cerrado filas para controlar el Ejecutivo.
Su primera tarea será formar un gabinete que ofrezca estabilidad y continuidad institucional, pero las bancadas que lo llevaron al poder ya preparan su cuota.
Fuentes del Congreso anticipan que su gabinete podría mantener el tono conservador de Boluarte, con figuras provenientes de APP y Fuerza Popular en carteras clave como Economía e Interior.
Un país atrapado en su propio ciclo
Con la llegada de José Jerí a Palacio, el Perú suma su octavo presidente en menos de una década.
El país se encamina a un nuevo interregno, gobernado por un Congreso que devora a sus propios aliados, y encabezado por un mandatario cuyo principal activo no es el respaldo popular, sino la aritmética parlamentaria.
A los 38 años, Jerí encarna la paradoja de la política peruana: un presidente sin votos, sin partido sólido y con causas pendientes, llamado a encabezar un gobierno transitorio que podría durar menos de un año.
Su destino dependerá menos de su discurso que de su capacidad para sobrevivir a los mismos que lo pusieron ahí.