Los medios británicos, empezando por la BBC, ya la llaman la nueva “Dama de Hierro” del Japón. El apodo, inevitablemente asociado a Margaret Thatcher, no es menor. A sus 64 años, Sanae Takaichi se ha convertido en la primera mujer en liderar el Partido Liberal Democrático (LDP), tras imponerse a cuatro contendientes internos y asumir el liderazgo dejado por el dimitente primer ministro Ishiba Shigeru.
Su elección no solo representa una ruptura simbólica en una sociedad aún dominada por estructuras masculinas, sino también un desafío monumental en el plano político y económico.
Takaichi deberá gobernar sin mayoría parlamentaria, lo que la obligará a maniobrar entre alianzas frágiles y una oposición cada vez más vocal. Pero sus verdaderas batallas no serán ideológicas, sino económicas y sociales: la inflación, encabezada por el alza del precio del arroz —tema sensible que ya había desgastado a su antecesor—, y la necesidad de estabilizar las finanzas públicas en el país más endeudado del mundo.
La deuda japonesa equivale al 235 % del PIB, según proyecciones del FMI, y casi la mitad de esos bonos está en manos del Banco de Japón, un equilibrio tan inusual como insostenible a largo plazo. A su favor, la deuda externa del país es baja —apenas 13 % del PIB—, pero la estructura financiera interna requiere una reconfiguración profunda para evitar un nuevo estancamiento.
En el frente exterior, los primeros gestos diplomáticos marcan distancia con Pekín. Takaichi recibió su primera felicitación desde Taiwán, gesto que refuerza su perfil como aliada de Taipéi y defensora de un eje democrático en Asia. China, por su parte, reaccionó con frialdad.
A ello se suman las heridas aún abiertas de la política arancelaria impulsada por Donald Trump, que deterioró la relación con Washington y golpeó el comercio nipón.
Japón, que hoy ocupa el cuarto lugar entre las mayores economías del mundo, busca recuperar el tercer puesto perdido frente a Alemania, desplazamiento explicado en buena parte por la fortaleza del euro y la debilidad del yen. La nueva primera ministra tendrá, por tanto, una tarea inmediata: revalorizar la moneda y devolverle dinamismo a una economía que envejece al mismo ritmo que su población.
En una nación que ha hecho del equilibrio su sello, Sanae Takaichi encarna la posibilidad de un nuevo ciclo político: menos previsible, más decidido y con la promesa —aún por cumplir— de un Japón capaz de reinventarse.
Dirk Friczewsky, analista de ActivTrades.