Tiene cuerpo de conejito acolchado, postura de peluche y el tamaño perfecto para entrar en un bolso o colgar de uno. Sin embargo, su distintivo principal es su faz: ojos enormes y tiernos, tenue rubor y pequitas en las mejillas que contrastan con el ceño fruncido y una sonrisa ligeramente macabra que muestra exactamente nueve dientes triangulares y puntiagudos.
Comprar un Labubu es un ritual. La forma oficial de hacerlo es a través de una blind box, una caja sellada, donde no hay forma de saber qué modelo te va a tocar. Algunos son más tiernos, otros más raros, y uno –el secreto– aparece con menos frecuencia que los demás. Quienes no soportan el azar optan por la reventa, adquiriendo el modelo exacto en tiendas no oficiales, a otros coleccionistas o revendedores online.
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