Julio Velarde, el oráculo tecnocrático de la economía peruana, lleva casi 20 años al frente del Banco Central de Reserva (BCRP). Discreto, firme, admirado por los mercados y temido por los políticos, es quizá el único funcionario al que el Congreso no se atreve a interpelar. Pero hasta los ciclos más longevos tienen un punto final, y el suyo —según el calendario— llega en julio de 2026.
Velarde, sin embargo, ya empezó a mover piezas. O al menos a sugerir con elegancia quiénes deberían quedarse con el timón del banco cuando él se baje del barco. Durante la presentación del Reporte de Inflación de septiembre, y flanqueado por Adrián Armas (a su izquierda) y Paul Castillo (a su derecha), soltó con humor contenido una frase que ya es titular:
“Si me pregunta escoger, miraría a la izquierda o a la derecha”.
Los asistentes entendieron. También los mercados. Armas y Castillo —dos técnicos con años en la casa— se convirtieron, de inmediato, en los candidatos “oficiales” del presidente del BCRP, quien luego reforzó la idea: “Recomendaría a cualquiera de los dos”.
¿Herencia institucional o blindaje técnico?
La escena tiene más peso del que parece. No solo porque Velarde no suele hablar de su salida, sino porque lo hace en un momento de turbulencias políticas, cuando el Congreso presiona con iniciativas populistas, el Ejecutivo lidia con baja aprobación, y los fondos de pensiones se debaten en la plaza pública.
En ese contexto, el mensaje es claro: la sucesión debe quedarse en casa, sin aventuras externas, sin cuotas partidarias, y sin experimentos peligrosos.
Velarde sabe que parte de su legado no está en las cifras —control de inflación, tipo de cambio estable, credibilidad internacional—, sino en la cultura institucional del BCR. En su capacidad para resistir presiones. Y en los técnicos que ha formado durante dos décadas.
Armas y Castillo: dos perfiles, un mismo ADN
Adrián Armas, actual gerente central de Estudios Económicos, tiene cara de tecnócrata clásico. Graduado en la Universidad del Pacífico y con maestría en Boston, lleva casi 40 años en el BCRP, donde ha sido de todo: analista, jefe de estudios, representante ante el FMI. Su especialidad: política monetaria y estabilidad macroeconómica. Su discurso: ortodoxo, sólido, sin estridencias.
Es, de hecho, la voz técnica del banco en conferencias y entrevistas. Algunos lo ven como el heredero natural, aunque su bajo perfil público podría jugar en contra en tiempos de exposición mediática.
Paul Castillo, más joven, es doctor por la London School of Economics. Asumió como gerente general en 2024, pero su carrera en el banco no es reciente: pasó por operaciones monetarias, diseño de política y estabilidad financiera. Tiene un pie en el mundo académico y otro en el operativo. Es más flexible, pero igual de técnico. ¿Su ventaja? Tiene cancha para negociar sin ceder principios.
Ambos tienen un pasado común: cero escándalos, cero militancia, cero vínculos políticos. Justo lo que Velarde quiere dejar como marca final.
El arte de decir sin decir
La frase de Velarde —“miraría a la izquierda o a la derecha”— fue más que un comentario casual. Es una manera elegante de blindar su legado sin confrontar abiertamente con quienes, desde fuera, podrían querer capturar el BCR. No faltan rumores, en pasillos limeños, de fuerzas políticas interesadas en poner mano en la caja. Velarde lo sabe. Y juega sus fichas con la precisión de siempre.
Tampoco es ingenuo. Deja abierta la posibilidad de otros nombres (“no quiero descartar a nadie”), pero al mismo tiempo pone sobre la mesa a sus alfiles. Es una advertencia suave, estilo Velarde: si no van ellos, será responsabilidad del próximo Congreso explicar por qué se rompió una tradición de continuidad técnica.
¿Y si le piden quedarse?
Hay una pregunta sin respuesta que circula en voz baja entre empresarios y tecnócratas: ¿y si Velarde se queda?
En público, no lo ha descartado. Tampoco lo ha confirmado. Pero el solo hecho de que hable de sucesores sugiere que está preparando su salida. Eso sí: ordenada, profesional, sin sobresaltos. Como ha sido su estilo desde 2006.
Lo que está en juego
En un país donde las instituciones se desgastan al ritmo del escándalo diario, el BCRP ha sido un bastión de estabilidad. La inflación está bajo control. La política monetaria tiene credibilidad. Y el tipo de cambio no se dispara con cada titular. No es poco.
Por eso, la sucesión de Velarde no es un asunto menor. Es una decisión que impactará no solo en la economía, sino en la percepción del país ante los inversionistas. ¿Seguirá el Perú siendo un país confiable en política monetaria? La respuesta no depende solo del próximo presidente del BCR. Pero empezará con su nombre.
Y todo indica que ese nombre ya está sentado en el directorio.