Humilde en su materialidad —flores, barro, restos—, pero potente en su intención, hacer una ofrenda es abrir un pasadizo entre lo humano y lo divino. En esta Ofrenda, la lógica ritual se traslada al salón de la galería para convocar presencias, crear resonancias y sostener conversaciones entre materia y memoria.
Aileen Gavonel convierte la arcilla en escucha: piezas que parecen palpitar, heridas que se curan con ternura. Su barro es un método de resistencia, una tecnología de cuidado que propone la reparación como forma política. Alice Wagner trastoca el objeto con ironía: deconstruye relatos cotidianos para mostrar la grieta bajo la superficie. Sus intervenciones son brújulas invertidas que señalan historias ocultas en lo familiar.
Genietta Varsi, por su parte, teje somas y territorios. Sus esculturas respiran como organismos. Poros, fluidos, mapas de relaciones entre cuerpo y paisaje que desdibujan fronteras entre lo biológico y lo social. Para que Irazema Vera transforme la escucha en cartografía. Crea paisajes sonoros que llevan la memoria altiplánica al centro del espacio expositivo, convocando recuerdos colectivos frente a la crisis ambiental.
Jimena Kato propone paisajes de magma y arena. Entornos inmersivos donde lo industrial y lo orgánico dialogan y su herencia —japonesa y peruana— se vuelve materia que interroga la noción de lo permanente. Katherine Fiedler trabaja en capas: fósiles, cerámicas y restos urbanos ensamblados para desenterrar las genealogías del paisaje, mostrando que la política se inscribe también en el subsuelo.
María Abaddon sitúa la carne y la ausencia en primer plano. Sus cuerpos fragmentados y suavizados por paletas pastel obligan a mirar la violencia cotidiana con una distancia que hiere y conmueve.
Marisabel Arias explora el deseo queer y las economías afectivas: instalaciones que reclaman el afecto como fuerza política y resignifican lo romántico desde la disidencia. Pati Camet revaloriza el adorno como gesto crítico y transforma lo decorativo en dispositivo de subversión, ironía y memoria feminista. Una pequeña armadura contra el patriarcado del bronce.
En conjunto, las piezas se ofrecen. Ofrenda instala, así, un tejido de afinidades donde la fragilidad es táctil, la escucha política y la materialidad, verbo. Con esta muestra, Mueve Galería irrumpe en Lima como un territorio siempre en movimiento. Bienvenida, entonces, a un espacio que prefiere convocar umbrales antes que erigir estatuas.
Hasta el 20 de octubre en Mueve Galería (Jr. Colina, 128, piso 2, Barranco). Horarios: Lunes a sábado de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. Entrada: Gratuita.