En Canampa, a orillas del río Marañón, un grupo de 25 mujeres Awajún, conocidas como Nuwa Yacha, ha decidido romper siglos de silencio frente a la violencia de género. Este colectivo de lideresas y sabias lidera talleres comunitarios donde se discuten derechos humanos, el respeto mutuo y estrategias de acompañamiento ante situaciones de agresión, fortaleciendo así la protección de las mujeres en territorios rurales apartados.
La iniciativa forma parte del Servicio Rural Aynikuy, estrategia piloto del Programa Nacional Warmi Ñan del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP). Este programa busca acercar servicios de prevención de la violencia a zonas alejadas, con un enfoque intercultural que confía en el liderazgo de las propias mujeres indígenas para impulsar un entorno libre de violencia.
Las Nuwa Yacha, guardianas de saberes y tradiciones, ahora también ejercen un rol de agentes de cambio. En cada taller, la comunidad se reúne para analizar cómo el acompañamiento mutuo puede interrumpir el ciclo de agresiones y cómo el enfoque de género y la interculturalidad se convierten en herramientas de resistencia frente a la violencia normalizada.
El primer taller en Canampa fue más que una capacitación: se convirtió en un acto político y cultural. Las participantes exploraron cómo la organización comunitaria y la participación activa de las mujeres Awajún pueden fortalecer la prevención de la violencia doméstica y crear redes de apoyo sostenibles en el tiempo.
El desafío es mayúsculo. Canampa está a solo 25 minutos en bote de Santa María de Nieva, capital de Condorcanqui, pero históricamente ha sufrido abandono estatal. Por eso, el Servicio Rural Aynikuy promueve la articulación con autoridades comunales, desde el Apu hasta el viceapú, asegurando que las políticas públicas tengan un verdadero impacto en la selva amazónica.
El MIMP apuesta por un camino de doble vía: el Estado acerca sus servicios de protección a las comunidades, mientras que las propias mujeres fortalecen sus liderazgos, garantizando que ninguna quede sola frente a la violencia. Este modelo refuerza la corresponsabilidad entre comunidad y Estado, generando cambios tangibles en la vida de las familias rurales.
La imagen de estas 25 mujeres reunidas a la orilla del Marañón simboliza la lucha por un Perú libre de violencia. Su acción colectiva representa la fuerza de la resiliencia femenina, la defensa de los derechos de las mujeres indígenas y la construcción de un futuro más seguro para las próximas generaciones.
En suma, el ejemplo de las sabias Awajún demuestra que la prevención de la violencia de género en zonas rurales requiere confianza, participación comunitaria y políticas públicas que respeten la diversidad cultural, consolidando un modelo replicable en otras regiones del país.