El tren de Porky sigue dando que hablar. Circunscrito a un limitado sector de la capital –de Lima a Chosica– o sea, sin tratarse de un asunto de importancia nacional, el tren sigue siendo sin embargo un tema recurrente que concita atención y provoca debate. Y lo más probable es que lo seguirá produciendo porque de lo estrictamente municipal ha saltado a la política y con ello a las elecciones del próximo año.
Hagamos un breve resumen de lo sucedido para entender el fenómeno. El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, hace el anuncio de que va a traer un tren para mejorar el transporte de pasajeros en la zona Lima – Chosica. Un anuncio más, se dijo en su momento, como tantos otros que, con frecuencia enervante, hacen nuestras autoridades acerca de otros asuntos vitales. Hasta que Porky trajo el tren, lo desembarcó en el Callao y lo paseó con alguna locomotora y unos cuantos vagones por las calles de la capital. La algarabía suscitada, la repetida propaganda y las discusiones sobre el tren pasaron entonces al primer plano político. Se anunció, primero, una marcha blanca (viajes gratuitos), luego lo que se llama una prueba en vacío (demostrar que funciona), ambas para acreditar que el tren es una realidad, para inmediatamente producirse la intervención del ministro de Transportes negando todas las posibilidades planteadas simplemente porque no había expediente técnico ni estudios que acreditasen que el proyecto de hacer rodar el tren era factible. La respuesta de López Aliaga no se hizo esperar y como pareciera que estaba previsto, de lo institucional, es decir, que el tren ya está y hay que hacerlo funcionar, saltó a la política, afirmando que el Gobierno se oponía a atender el requerimiento –que el tren ruede– para terminar diciendo, a través de sus voceros, que lo que se quería era impedir que Porky fuese elegido presidente del Perú en las elecciones del próximo año. La operación, entonces, quedó claramente expuesta: se trae el tren para solucionarle el problema del transporte a la gente y se oponen a que se haga para perjudicar a Porky electoralmente. La típica acrobacia de nuestra política criolla.
Es importante detenerse en el proceso descrito, ya que exhibe nítidamente el rostro del Perú de nuestros días. Alrededor del ochenta por ciento del país es informal, o sea, ocho de cada diez peruanos viven al margen o contra la ley. No porque necesariamente quieran sino porque no tienen otra opción: los costos de cumplir los requisitos establecidos son tan exigentes y onerosos que ponen en riesgo su capacidad de sobrevivir. Así de dramático. Los ejemplos abundan y hay tantos como la cantidad de gente involucrada, que bien pueden sintetizarse en que el expediente técnico para llevar a cabo cualquier actividad sea una rareza inentendible, y los permisos, licencias, autorizaciones, requisitos, exigencias, controles, evaluaciones, y así sucesivamente, constituyan inmensos obstáculos que determinan que hacer las cosas formalmente sea sinónimo de complicarse absurdamente la vida.
Eso ha hecho exactamente López Aliaga con el tren. La única sustancial diferencia es que él es la autoridad.
*Abogado y fundador del Foro Democrático.