La energía es la base de la vida moderna: sin electricidad no hay inteligencia artificial, no hay minería de criptomonedas, no hay producción industrial, y los hogares se paralizan. Esta dependencia creciente se encuentra hoy bajo una nueva amenaza: el estrés climático. Las olas de calor y las prolongadas sequías en Europa han comenzado a tensionar seriamente los sistemas eléctricos, incluso en países considerados potencias energéticas.
El ejemplo más reciente viene de Francia y Suiza. Para evitar que los ríos Garonne y Aare –de donde se toma agua para enfriar reactores nucleares– alcancen temperaturas que dañen su ecosistema, las autoridades decidieron reducir la actividad de las plantas nucleares Golfech y Beznau. En el caso francés, la planta fue completamente apagada. Las consecuencias son inmediatas: hay que importar electricidad, y si no es suficiente, se aplican cortes forzados de energía a grandes consumidores.
¿Un renacimiento nuclear con pies de barro?
La energía nuclear, que vive una suerte de “segunda primavera” en el mundo como solución baja en carbono, muestra aquí sus límites operativos bajo condiciones extremas. En muchos ríos del sur de Europa, el caudal ya no solo desciende en verano: llega a secarse. En ese escenario, operar plantas nucleares se vuelve insostenible.
Y sin embargo, la demanda eléctrica no para de crecer. Según estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA) y Goldman Sachs, los centros de datos necesarios para sostener la inteligencia artificial y las criptomonedas más que duplicarán su consumo en los próximos cinco años. A largo plazo, se proyecta que la capacidad nuclear global aumente de 378 a 575 gigavatios hacia 2040, elevando su participación en la generación mundial del 9 al 12%. China, por su parte, planea construir 150 plantas en los próximos 15 años.
Uranio: el nuevo oro radiactivo del mercado
Ante este contexto, el uranio se perfila como uno de los commodities más codiciados del futuro cercano. Su precio podría escalar aún más si se consolida el déficit de oferta, algo que muchos analistas ya dan por hecho. Para los inversionistas, hay diversas vías: desde ETFs de uranio hasta acciones de grandes productores como Cameco, pasando por conglomerados como BHP, que combinan el uranio con otros metales clave.
La pregunta de fondo persiste: ¿puede el sistema energético global, tal como está concebido, sostener el salto tecnológico que exige la era digital y climáticamente inestable? El uranio es, al mismo tiempo, promesa energética y termómetro de una tensión que apenas comienza.
Dirk Friczewsky, ActivTrades.
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